Visita
Se aproxima cálida
la hinchada sombra del ocaso,
la suave tempestad que todo lo cubre,
la espina cardinal de su manto ensimismado,
tiene el cráneo maquillado de humedad,
la rigidez de sus brazos se levanta
tronando como mueble viejo,
como el quejido del cedro
atrapado en el rechinar de puertas,
encandila sus vestidos
con ganas de bailar danzones humeantes,
de hervir los dientes hambrientos,
de tejer espasmos obstinados,
acercándose, viéndonos directamente
con sus parpados apolillados y feroces,
su sepa de sudor en el colchón de viento
levita, respira y se revolotea
entre comisura de gusanos suplicantes.
Las manos de bruma bajan
dilatadas de intermitentes caricias
agitadoras y fragantes,
sus notas de anís y ruda
mandan besos envueltos en velas,
su hombro consolable aparece
¡está aquí, palpita!
con el diminutivo tiempo entre sus pasos,
rogando paz desde la raíz de fuego
en el diáfano atardecer de sus adentros,
al vernos llora con sonrisa amorosa
como la primera vez
que el silencio la exhumo
y se exaspero inmóvil
al filo agrietado de la calma
al sedante aguijón del dolor y la pena.
Su esqueleto melancólico
amante petrificado del otoño
dibuja el brillo tatuado en las estrellas,
y allá en el vaporoso campo santo
las lapidas parecen mujeres en parto
de las que nacen cadáveres mudos
al ritmo de saxofones enamorados
quieren gritar, hablar, susurrar
y solo se mojan bajo chubascos sangrientos,
sus lagrimas arden bajo tierra,
les brotan flores de niebla
y nos abrazan con un incienso pausado
salido del regazo virginal de la muerte,
así cura y purifica la finita espera,
pero que aún duele, extraña y nos anhela
entre el nudo seco de un ahogo,
el lejano nudo de un ¡TE NECESITO!
Una herida llameante de cariño
ilumina su nombre,
nos guía como un faro deslumbrante
pero sutil como una flama desnuda,
tiene la frescura embriagante
de un recuerdo perfumado,
se viste de belleza en la orilla del altar
y toma su lugar en la mesa
bebe con el paño goteante del café,
amenaza al pan con devorarle desde nuestras
lenguas,
convive feliz con nuestras sombras
y se vuelve más colorida y eterna
que cualquier follaje en primavera.
Ahora creo
lo que creen los que se aman,
una pasión que desde si brota
antes de ser desterrada por el tiempo,
antes de emplumarse hacia el rio nocturno,
de lanzarse por el tobogán de huesos
y llegar al abrigo de un Dios blanco como harina
donde las flores son más que cualquier cosa,
donde el descanso es una flauta en la pradera
donde sus historias son telarañas de oro
y el testimonio fugaz
de un difunto bondadoso
suspendido en corazones
que muerto viaja de luto en luto
sin morirse.
Semblanza:
Oscar Fernando Ramos Sánchez. Pachuca Hidalgo 30 de Mayo de 1988. Licenciado en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Tlaxcala, actualmente con 31 años de edad se ha desarrollado en la poesía incurriendo en eventos culturales con presentaciones de poesía y narrativa en el estado de Tlaxcala, becario del programa de literatura Interfaz en el 2016 en la ciudad de Pachuca Hidalgo, cursado diversos talleres de poesía en el Centro de las Artes de Tlaxcala con maestros como Jair Cortes, Leticia Luna, Rodolfo Vázquez, Ricardo Yáñez y Mario Bojorquez. Actualmente colaborador del proyecto de la revista literaria Espuma en el estado de Tlaxcala.