Abismos
Precipicios del silencio abren sus fauce
poema en donde voces agónicas emergen.
Imploran desde sus profundidades con gritos tácitos,
milenarios crujidos de corteza en su estado primordial.
Flores de magma en constante movimiento
suben por las grietas sofocadas de impaciencia
y despliegan sus alas, mariposas engarzadas
en líquidos metales.
Los elementos, arquitectos de los abismos,
cumplen sus designios con admirable destreza
y apaciguan las voces de la tierra desplegando
lágrimas del cosmos sobre sus heridas abiertas.
En la espiral del tiempo
hemos venido una y otra vez a enlazar
nuestros destinos,
caemos en los precipicios de la muerte
y clamamos desde sus abismos por otra oportunidad.
Alguien dice que los dioses no están contentos,
que todo este torbellino es irreversible.
En su mudo deambular eterno
la tierra da a luz esperanzada, lanza su aullido perpetuo
abriendo sus entrañas a la nueva vida
y en ese momento, todo lo pretérito cae
absorbido por la profundidad irascible del espasmo.
La voz de la llaga convertida en polvo
toma el vuelo buscando su origen más allá de las estrellas.
La partícula dios,
manipula a su antojo los destinos de la humanidad
en hallar una nueva fórmula,
la receta con los ingredientes perfectos de la existencia,
su origen, la creación y posible destrucción.
Sin embargo, los abismos guardan sus secretos con alevosía
y no darán respuesta,
cerrarán sus profundidades, acallarán los clamores
antes de que el humano en su incesante búsqueda
apriete el botón del exterminio.
Por eso,
será sólo un repicar de campanas grises anunciando
la voz que no queremos escuchar.