Poema de Irene García Atencio

No es carta ni es poema

 

Es probable olvidar la costumbre de tejer las palabras que se han aprendido de los poetas.

–Una pretensión apenas.

Es posible que esas palabras no signifiquen, pero es imposible que sean la nada.

Quizá este nuevo hábito de construir cartas como testimonios de una vida pequeña, pequeñita, corta, volcánica, tibiecita y susurrante me arrebató el vicio de tejer verbos coqueteando con ser poemas.

Recuerdo esto porque he querido leerte sobre el asombro. Sobre la sorpresa auténtica de encontrarnos con todo como lo desconocido siempre, pero apenas termine sé que me estarás preguntando para quién escribo y caeré en la dulzona tentación de decir –Para ti.

Y entonces dejarás de fustigarme por no saber cuál es mi público objetivo, el público meta, mi público que apenas existe en tu paciencia. En ese gesto educado de escuchar o leer lo que escribo por provenir de mí y no por ser algo en sí mismo. Digo esto arriesgándome a evocar aquella voz de sargento que sentencia -La literatura no es algo en sí mismo.

Es extraño. Nadie ama a un hijo por provenir de una madre en particular o quizás al principio sí, hasta que se aprende a amarlo por tener una voz (o al menos intentar tenerla). Una caligrafía, un error, una torpeza, una idea y entonces ya se lo ve independiente, vivo, auténtico.

Pero, ¿qué hago yo escribiendo sobre madres e hijos? -Todo esto es una pretensión apenas.

“Yo escribo lo que pienso”, dice una cancioncilla de la carpeta Éxitos.

Yo escribo lo que recuerdo.

Quienes me han escuchado saben que mi memoria es viciosa, antojadiza, volátil. Mi memoria colinda con la capacidad de crear imágenes. Ese filoso puente con pretensión de abismo que conecta la posibilidad de rememorar con la de inventar, es decir, mi memoria es como todas las memorias.

Espera, no he venido a hablarte sobre ella, sino sobre la necesidad de acudir a otro género para poder contarte que alguna vez quise escribir poemas. Hasta que todos se fueron convirtiendo en cartas con público objetivo…, pero un día el público las lanzó sobre el suelo, rodaron, se extraviaron debajo de los asientos como libretos de un actor que se harta de ser visto y grita, y le lanza los diálogos al escritor, que nunca antes había sido guionista y le dice –Las últimas líneas las escribo yo. Entonces el guionista se queda sin trabajo, el actor ya no actúa y nuestra obra tiene vacante nueva.

¿Ya lo ves? Los humanos somos rotativos, dinámicos, evolutivos. Cambia nuestro centro porque desde la periferia nos disparan en las bases (¿estilo corintio o jónico?), hasta volverlas estilo polvo, estilo nada. Nada.

Empieza el casting. Llegará una joven con olor a pan, improvisando –Esta noche te pienso y te siento como mío.

Todos

los poemas

melodramáticos

empiezan

de la misma

forma.

 

La salva su olor a pan. La llamaremos María, Beatriz, Paca… Le diremos todos los nombres, porque nada de ella importa sino su olor a pan.

¿Lo ves? Ya no puedo escribir poemas. No tengo fórmulas ni forma. He perdido las plantillas, los patrones, el estilo. Ya no me canto a mí misma –La gente de Letras escribe para sí misma, como si no salieran de una masturbación continua-, dicen.

La gente de Letras… No sé cómo escriben esos que carecen de sustantivo que los autorice para ejercer un oficio. ¿Somos escritores, investigadores, lectores, profesores? ¿Qué nos hace ser hombres o mujeres de “Letras”? Lo del abecedario es una estupidez.

He tratado de actualizar mi dirección de habitación en la página web del seniat y he corroborado que carezco de oficio. Soy “Licenciada en Letras” (ninguna opción semejante, ningún oficio afín). Trato de entender por qué carezco de oficio.

Al hacerme licenciada me dijeron: persona entendida (en Letras). Al hacerme licenciada también me han declarado libre (en Letras). Mira que no estoy tratando de ser romántica. Sólo adjunto las dos primeras definiciones que me obsequia el DRAE.

Entonces me asumo entendida y libre en signos gráficos. Libre en los sonidos de un idioma, en las formas especiales que nos distinguen entre una persona y otra, un país y otro, una época y otra. Me asumo entendida y libre en un tipo de imprenta de alguna máquina para escribir (Arial 12).

Me asumo entendida y libre en un conjunto de palabras compuestas, en alguna composición poética, en un lema, en la sagacidad y astucia para manejarse (María tiene mucha letra, ejemplo 10 .DRAE).

Me asumo entendida y libre en cartas, aunque el término esté en desuso. Me asumo entendida y libre en la forma de un letrero que hace público algo. Me asumo entendida y libre en los diversos ramos del saber humano, en el conjunto de saberes humanísticos, que manifiestan aparente oposición a las matemáticas y ciencias naturales… Aquí la voz del sargento vuelve –La literatura no es en sí misma.

Licenciada en Letras bellas, buenas, abiertas, agrifadas, bastardas, bastardillas (imitación), cancillerescas, caninas, capitales, chupadas, consonantes, corridas, cortesanas, cursivas, letras de caja alta… En letras de mano, de molde, de imprenta, de Tortis. ¡Los licenciados en Letras somos entendidos y libres en tantas letras!

Y sin embargo, el seniat no me refleja oficio.

Pero es que ni siquiera hay alguno que diga “poeta” para seguir con aquella pretensión. Los del Estado sentencian que los poetas no llegan a impuestos, que “escritor” no es un oficio, que “investigador” es una abstracción y si él –el paternal benefactor- no paga por eso, ¿quién lo haría?

Yo no escribiré más esas palabras de poe… (No lo escribiré más).

Todo es una sugestión apenas.

 

 

Semblanza:

Irene García Atencio (1991), nacida en Maracaibo-Venezuela. Es licenciada en Letras por La Universidad del Zulia (2015). Actualmente cursa el III Semestre de la maestría en Literatura Iberoamericana en La Universidad de Los Andes (Mérida-Venezuela). Se desempeñó como promotora cultural en su ciudad natal entre los años 2010-2015. Participó durante tres años consecutivos en el Festival de Poesía de Maracaibo con el proyecto audiovisual “Lecturas de ciudad”. Publicó en el suplemento cultural “Entre ríos” del Diario Primicia de Guayana-Venezuela, en el suplemento cultural “Deitanía” del periódico El Noreste de Murcia-España, en la revista Ensayo y Error de La Universidad Simón Rodríguez (Caracas-Venezuela) y en la revista digital Letralia (Venezuela). Produjo y condujo el programa radial “Lecturas de ciudad” durante febrero-octubre de 2017.