Poema de Hanna Figueroa

Marasmos

 

Todos los días sobrevivo a la muerte de Dios,

si le dejara a él mis pensamientos

los frutos se podrirían en el vaho de la lengua,

en la promesa del jardín que no existe.

Hubo tiempos, dicen ellos,

en que la bala no calculaba

la edad de los cráneos, en que,

con el rabillo del ojo se encontraba

la tierna mirada del espectro,

en que el amor, era desnudo.

Todos los días sobrevivo a la muerte de Dios,

y atesoro la tierra debajo de las uñas.

intento sembrar en ella

trigo para el pan,

pan para mesa,

una mesa para colocar el silencio de una ausencia.

Pensaba en Dios mientras niña,

pero sentía la figura del monstruo

que irrumpía

el movimiento tranquilo de los árboles,

y que conocí, cuando me vi en sus sueños.

Sé que Dios me creo

porque creo a las bestias,

cuando colapsan las nubes

¡cómo quisiera probar los labios de Dios!,

blandos como mi piel en las fauces del animal

extinguidos y ansiosos de pronunciar

a un sol desorbitado.