Poema de Gustavo Iñiguez

El rinoceronte de Durero

 

Un acto cae al pie del tronco:

ha muerto el fruto y

nadie recordará

entre las hebras rotas del olor a podredumbre

el celo en la esencia de la flor.

 

Un aroma llega para que exista el aire

por primera vez en el olfato y

guardo un minuto de silencio

 

al escribir:

el filoso destello de su cuerno

otro acto

fruto

o flor ha muerto

al dar contra la punta.

 

Hay un conjuro en las cosas que se pudren

porque ahí todo comienza y nos toca

decir para el olfato

qué minerales entrarán en la semilla.

 

[En este momento termina la quiescencia

del escarabajo.]

*

El sabor es el del agua

si pones sobre estas palabras tu lengua.

 

Aquí están

la orilla y el oleaje

reticente.

 

Piensa que la hoja de un lirio

está rota

y

afuera va el escarabajo:

 

el rinoceronte existe.

*

Puesto el espacio en el oído

ocurre el animal

: y escribo

con todo el peso

de palabras que saben delinear lo que refieren:

patas que dejan inclinada la yerba

 

: y escucho blandos esos verdes rumores.

 

El destino de los cuatro tréboles de un paso

es dejar trazos de tizne

más que por el fuego

 

por la altura

en la música de las crepitaciones.

*

El escarabajo camina

hasta ser visto

por la luz.

Su sombra

al proyectarse

avanza

y es otro animal

lo que acontece

al cruzar por el ojo de Durero

 

: aparecen su forma y la armadura.

 

Ocurre enorme y gris en el extenso paisaje

de la espalda

exuberancias que alumbran

el camino y el cuerpo

a los que van por dentro:

son ellos el territorio

que habitará la sombra.

 

Nombran como conjuran:

su palabra camina

al encenderse.

 

Yo sólo puedo escribir

obedeciendo:

fósforo     pabilo     lámpara.

 

Y en las imágenes ocurre la repetición:

los trazos de ceniza y de sangre

que acontecieran

una vez

en Altamira.

*

La sensación ilumina el mundo

le da forma y algo en el recuerdo crece

cuando toco lo que pasa.

 

El cuerpo es mi lámpara.

 

Proyecta

 

la sombra y la metamorfosis de caricias

que derivan en columnas

: altas civilizaciones de gemidos

: legados de luz y epifanías.

 

Porque hay magia me adentro en la caverna

y cuento con las yemas de tus dedos las piedras

que fundarán Sodoma:

 

el emblema a la entrada

será un escarabajo que al atardecer

proyectará un rinoceronte.

Semblanza:

Gustavo Iñiguez (Valle de Guadalupe, Jalisco, 1984). Es licenciado en Turismo por la Universidad de Guadalajara. Textos de su autoría han aparecido en diversas publicaciones periódicas. Dirigió la revista literaria Quiescencia y es autor de la columna crítica Muérdago, en el suplemento terraplén.bajopalabra.com.mx. Consejero editorial de Mantis editores. Autor del cuaderno de poesía Dromedario (2008). En 2013, con el apoyo del CECA Jalisco, publicó el libro de poemas Espantapáramos. Becario del PECDA en 2015. Junto a Luis Armenta Malpica es compilador de Equinoccio. 50 poemas ecuatorianos del siglo XX (Mantis editores, México, 2015). Una parte de su libro Vocación animal (Mantis editores y Secretaría de Cultura de Jalisco, 2016) está traducido al alemán para su publicación bilingüe en una muestra de poesía mexicana reciente (traducción de Rike Bolte). Ganador del Apoyo a Proyectos de Coinversión del Fonca (2016-2017) por el proyecto “Una panorámica en proceso de la poesía latinoamericana”.