Malaquita
Malaquita, me arrancas como flor del campo.
Tu nombre de mala, quita luna del cielo,
separa al mar de su propia sal,
pues el infierno es tu bandera.
Malaquita ¿cuándo entenderás?,
tu nombre mineral rejuvenece
al nadador sumergido en tus aguas
al que nada en tus pensamientos
tratando de llegar al fondo de ellos
y cada vez que toco tu cabello de estrella
me enredo en vía láctea de hebras;
hago un nudo entre el Sol y la Tierra
para evitar que se suelten
cuando el final único asista a la última noche
de nuestra atmósfera quieta.
Mujer, secuestras vestido al que habita
la selva de tus enredos de lengua
lo liberas desnudo a la vida
sin religión causándole pena.
Malaquita, embustera
me dijiste que hoy llovería. Sólo veo
lágrimas huyendo de tu cuerpo
que acarician tus mejillas
jugando su propia carrera.
Ahora escapas, de tu pasado repleto de piedras;
ignoras que, al franquear, Señor Destino
las coloca de nuevo sin reloj en mano
para que pasando cien metros tropieces
una vez más con ellas.
Mala, quita esa sonrisa de mala.
Quita el sabor de aquello que duele.
Como el saberte tan libre, tan suelta,
entre cascadas, hogar de los peces
que saltan al abismo sin miedo a la muerte.
Tu pelo obsidiana, tu nombre mineral
resaltan cada ojo negruzco que guardas
para todo felino que entre los cambures
adviertas pasar.
Malaquita, así de mala,
dibujo tu malicia en mi ajuar.
Semblanza:
Estudiante de la Facultad de Derecho, UNAM. Autora de los plaquettes literarios «Vida, muerte; complicidad» y «Del mar al desierto». Alquimista de letras, soy nayarita y creadora del espacio juvenil literario “Marficción”.