Regresan los muertos
Regresando de esa terrible casa de espantos que es el exterior que es la vida
una mujer tras un biombo se despoja de su vestido brillante
biombo terriblemente rojo, apasionadamente rojo
deleite pictórico entre las tintas manchas de las paredes y las piernas blanquísimas.
Un clic clac sordo de tacones en descanso sirenas gimiendo
hambrientas en la calle frente al edificio
las marinas juegan acariciando su lustrosa cabellera en pequeños oasis bajo las lámparas
las otras, estruendosas resuenan con eco de ciudad vacía.
Desesperados hombres azules tras un volante buscando el agujero en un corazón.
El herido en el suelo, con una llaga que le atraviesa el pecho
y se desliza la serpiente terrible por sus axila hasta la espalda hasta los glúteos.
El biombo tirita y la madera de sus patas, de su cuerpo
se hincha de lágrimas del fantasma tras él.
Hombres verdes corriendo tras escarabajos fúnebres iluminados por Mercurio
condescendiente evocando a la muerte lenta, que se arrastra
como la serpiente que abraza como lo total oscuro,
borrando las líneas de arte callejero, arrastrando la mierda en un río de basura y amor.
Muros abajo y el polvo, la locura y el polvo, arriba un polvo denso/lento
el vestido brillante cayendo de las piernas blancas tras la cortina
en la habitación estrellada.
Bombas amarillas en el trance eterno
suspendidas
de aquel que contempla de cerca muy cerca el último hálito
el viento vestido radiante.
El herido no es más un herido sino la llaga en la tierra, negrura de dedos
la mancha de vino derramada en el suelo que besa un infante.
Semblanza:
Erik Borruel Rodríguez (Guadalajara, Jal. 1996) es estudiante de la Licenciatura en Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. Es narrador, y publica sus textos en diversos medios electrónicos.