Poema de Efrén Victoria

El hombre que mata

El hombre que vive dejó su tierra un día,

cargó su egolatría

para convertirse en marioneta,

y es hoy el hombre que mata.

El hombre que mata se forma en universidades de bayoneta,

canta justicia sin amistad,

pues el de a lado grita

y estando tan cerca no se escuchan.

Ha decidido cambiar su cobija de lunares por la de concreto,

no sabe que en el techo no se miran los cometas,

y su agua transparente de arroyo

la ha vuelto oscura.

Se ha indignado a acariciar la tierra,

se puso zapatos,

en ocasiones rascaba la tierra con los dedos,

hoy el asfalto le hace hoyos en la planta de los pies.

El hombre que mata se disfraza para disimular su tristeza,

muerde el plástico para llenar la barriga,

se come a sí mismo y luego no duerme.

El hombre que mata repudia su sangre,

el oro es su padre y el sermón su regla;

pone marca sobre su piel,

extirpa su naturaleza y parcha el hueco a la moda,

niega al primate y lo encuentra al hacerse viejo,

cree que nunca va ha acabar

y se pinta alas para volar del miedo.

Es profano con palabras,

pues da la vida,

sin entregar un bledo.

El hombre que mata sirve el linaje en galletas,

se permite reír y mentar a la vez,

pone las dos mejillas

y después maldice.

Juega a meter pelotas en un agujero,

ya se ha cansado de correr por los cerros.

el hombre que mata quiere cuatro pies,

pues se ha cansado de venir andando,

desafía a las nubes cruzándolas como a una cesta;

hasta ha decidido perfumarse con afanes de grandeza,

ha escupido el alimento

y tiene en mente marcharse del planeta.

Se exhibe en espejos cuadrados

tal como se quiere,

sino te sientes contento,

¡será mejor si te mueres!

Ha rascado el cielo

a ver si la burbuja revienta,

y se cultiva en museos

porque lo aprende en la escuela,

sin saber, que no se dan

en las piedras lo que cosechas.

Escucha en las noches como roncan los carros

y decide levantarse al ruido de una sirena,

bebe un sorbo de agua negra

que le tritura los nervios,

¡sus ojos se dilatan!,

entre la oscuridad y el día polvea su nariz,

y carga su poderosa arma tapizada de cabellos

simultáneamente en todo el mundo,

pues sabe bien, que es él, el hombre que mata.