Espadas amarillas
Mi mejor alimento lo extraigo de mis profundidades
carcajadas que retumban en la muerte
y una furia tan intensa como irreprochable
cada pastilla lágrima tequila
cada trabajo que no vale el esfuerzo
porque toda muchedumbre idolatra la banalidad
sabor a estupidez perniciosa
a estupidez que envilece
a prostituta ensimismada
y cuerpos mezclados tendidos sobre el lecho
en la danza del placer sin horizonte
sabor a mariposas en orgía
a una isla donde el sol y la embriaguez
a un cáliz donde el vino y lo sagrado
hay un odio gigantesco en forma de tormenta
personas cuyo sueño es ver que todo arda
—no hablo del dolor con quien lo desconoce—
hay recuerdos devorados por las ratas
y otros que se arraigan en el corazón
cuando la angustia nos envuelve para siempre
de espadas amarillas.