Poema de Cindy Hatch

Feliz día del padre

 

Cuando nací, inflaste globos con tus pulmones

los ordenaste uno a uno,

colgaste el cielo a mi pared y

de tanto aspirar, tus orificios nasales crecieron,

los globos fueron mi objeto favorito desde entonces.

 

Tus labios dijeron que estarías ahí

para llenar mis habitaciones con ellos

cada vez que me hiciera falta un montón de luz o aire.

 

Me nombraste estrella, la única estrella

y dijiste que yo sería a quien le pidieras deseos,

apretarías tus párpados,

yo te daría cualquier cosa que pudieras necesitar.

 

Crecí con polvo entre los dedos,

polvo celeste que se encendía con tu presencia

y cuando andabas caminos desorbitados,

venías a mí por respuestas y orientación.

 

No sé qué tan cerca estamos el uno del otro,

en este tan extraño tiempo,

quiero decir que,

¿Aún sientes que soy una estrella?

 

¿O ahora ves en mí solo oscuridad?

Tú dices que este lugar ya no te da el aire que necesitas,

necesitas llenarte de aire nuevo,

subir algunos metros,

 

pero no podría alcanzarte allá,

ni aunque fuera la estrella polar.

 

Me imagino qué será ahora:

¿Encontrarás otro cielo y en ese cielo estallarás?

¿Tomarás entre tus manos otro polvo y sentirás que todo lo puedes?

 

Me responsabilizo de mis palabras que tratando de llegar a ti,

se extraviaron,

también asumo que me volví opaca poco a poco;

pero es que, Padre,

cuando me llamaste estrella,

 

¿Sabías que las estrellas también mueren?