IX
Enroquemos nuestras copas,
sumerge tu pupila sobre mi iris,
no somos tan diferentes.
El maíz corre por nuestras venas dilatadas;
el hombre de Vitrubio tiene los mismo orgasmos,
el mismo cáncer, las mismas heridas.
-somos perfectos-
¿acaso la simetría no te lo ha dicho?,
¿acaso el miedo te impide acariciar
la inmortalidad de los números?
Estamos hechos de desperdicios
y animales muertos,
la melancolía alimenta nuestras almas;
equidista el ocaso y la tormenta.
Somos la savia del universo,
la inútil proporción aurea
que se funde en las flores,
la metástasis del fauno,
las neuronas que bailan en elipse
fecundando la demencia.
No te dejes morir.
Deja que prevalezca el odio en tu boca,
la poesía ingenua que habita en tus ojos,
el aleteo de mariposa moribunda
que torna en caos
la ventisca más tenue.
Impregna tu silencio sobre mí
el antifaz de laudero,
el herpes de tus piernas.
Cultiva el yermo
de camelias sinodales,
de epígrafes malditos,
de la flora bucólica
que se retuerce en el lodo,
sobre las espigas marchitas
que exhalan insondables suspiros.
Cuenta:
nueve insomnios
nueve sequias
nueve infartos
nueve abortos
nueve úlceras
nueve sacrificios
nueve tedios
nueve golpes
nueve lamentos.
¿Asustado?
Cuenta hasta:
Semblanza:
Andrés Segovia (Mérida, 1999) cursa estudios en el Centro de Educación Artística “Ermilo Abreu Gómez” con especialidad en Música.