Poema de Ana Chig

El mediodía eleva un ancla de solares baldíos 

El mediodía eleva un ancla de solares baldíos,

una trasparencia oleosa y el rastro de cierto recuerdo 

que se siembra como a “tierra venida” de la infancia.

Hubo flores de alazor a orilla del camino que reveló mi padre,

sus ramas densas y espinosas alejaban a los pájaros, 

cardenales, mirlos y gorriones 

sobrevolaban el cártamo del día en desaliento, 

otros, desde viejos álamos, contemplaban 

las minutas de algodón y sus semillas desprendidas por el aire,

la longitud del silencio en esos días me estremecía, 

julio esparcía desolación en los campos de falsos azafranes

los lomos de los surcos como una provincia desconocida y lejana

ceñían mis sueños de confusas palabras, de horas agolpadas 

que hoy entiendo, resultarán por siempre indescifrables.