Poema de Alberto Quero

Balada inocua

Paso invulnerable y simplísimo, 

ya invisible a fuerza de desnudeces, 

árido de frescores.

He hurgado.

He sorbido cada golpe.

No soy libre, soy mundo: 

me pueblo y me despueblo 

a voluntad, solo.

Empiezo y termino en mí mismo 

y aún así temo se me escape alguna herida 

que vaya a parar a cualquier destino innumerable.

A partir de este momento me supongo muralla 

y me repito; 

me repaso, me compruebo.

Nada más juego con mi propio barro.

Hago silencio.

Me repliego.

Agonizante de puentes 

no recibo inquisiciones 

(o mejor: las ignoro) 

anémico de anclas 

me he hastiado de ataques 

y me revuelvo en círculos concéntricos.

Así es mejor: 

nadie trocará sus alaridos 

por cuanto he descubierto.