Luis Leante acaba de ganar el Premio Edebé de Literatura Juvenil con una novela inolvidable. Es —quizá— el libro total, ese que a todos gusta, ese que no quieres que termine. Una historia que no entiende de edades.
PL: Luis, ¿en qué momento le pones la etiqueta de juvenil?
Luis: La mitad de las veces empiezo a escribir ya con esa etiqueta porque creo que el tema que voy a tratar puede interesar más a los jóvenes que a los adultos. Es cuestión de que se identifiquen con la historia o que la sientan más cercana. Es una etiqueta vaga, algo así como «Esto es lo que me habría gustado leer cuando tenía esa edad». En otras ocasiones, ya está la novela avanzada, incluso terminada la primera versión, cuando pienso que puede interesarle a un público juvenil por el tipo de protagonistas, porque las voces y el tono son más polivalentes o están menos encorsetados en los clichés. Y, sobre todo, porque si la dejo sin etiqueta difícilmente llegará a lectores adolescentes. Hay muchas novelas que en mi opinión serían buenas novelas juveniles, pero se pierden en el maremágnum de unas editoriales o colecciones a las que rara vez un joven accederá porque le huelen a lo que leen sus padres y sus profesores.
PL: No lo había pensado. Y así es. Los jóvenes quieren leer su propio producto. Para mí, esta historia es un entrañable homenaje. Supongo que muchos lectores querrán saber hasta qué punto está basada en hechos reales. ¿Ya te lo han preguntado?
Sí, claro, esa es una de las preguntas más frecuentes. Creo que en los últimos tiempos se abusa un poco de ese recurso. Cada vez hay más libros y películas que se presentan como «basados en hechos reales», como si eso fuera un valor narrativo. Para mí tiene poco mérito contar algo que ha sucedido, excepto que seas periodista. Los grandes escritores, en mi opinión, son aquellos que se inventan historias que yo terminaré creyéndome como si fueran hechos reales. En cualquier caso, la invención absoluta no existe. En general creo que el escritor parte de su propia experiencia: lo que le ha sucedido, ha visto, ha leído, y también de lo que inventa, claro. Es la mezcla de todo eso. En mi caso no tengo suficiente imaginación para inventar una historia desde cero. Lo que hago es tomar prestados los personajes, las historias secundarias, algunos hechos personales y los convierto en otra cosa. Dicho de otra manera, esta novela en conjunto es una gran invención. Pero, si voy sacando elementos de manera individual, son pequeñas verdades que se convierten en ficción en el momento en que enlazo unas con otras. Alguna vez he intentado escribir algo en que todo sea inventado, y hasta ahora no lo he conseguido. Ese es uno de los retos que tengo pendientes.
PL: Una última pregunta. Por aquello de la extensión. Aunque ya he dicho que Maneras de vivir es para mí una obra para todos los públicos, ¿disfrutas más escribiendo para adultos o para jóvenes?
Luis: No hay diferencia. A mí me gusta contar historias. Eso es lo principal. Por lo tanto, depende más de la historia que del tipo del lector al que vaya destinada. Aunque en el resultado no debería notarse, lo cierto es que hay novelas que van creciendo conforme las voy escribiendo y otras que se van «desinflando», o bien porque pierdo el interés o porque encuentro más dificultades de las previstas. Y esto no tiene que ver con el género, sino más bien con hacer la elección acertada del tema o del tratamiento.
Como dije en la introducción, Maneras de vivir es —quizá— la novela más recomendable. Y no es fácil escribir una obra tan universal. Luis Leante nos demuestra una vez más cómo se escribe la Literatura con mayúscula inicial.