La posibilidad es latente. El gobierno pudo espiar a periodistas y defensores de derechos humanos. No vamos a discutir dicha posibilidad, vamos a dejarla al aire. Una cuestión de mayor importancia merece nuestra atención: la mera existencia de Pegaso.
El mundo digital ofrece muchas ventajas, pero también desventajas, y el impacto provocado por estas aumentará conforme al nivel en que la tecnología se encuentre permeada en nuestra vida cotidiana. Cuestión que como ya hemos observado, es irrefutable, máxime si tomamos en cuenta la existencia del celular y la información que manejamos en ella. A saber, cuentas bancarias, imágenes personales, familiares o íntimas; cuentas de correo electrónico; datos e salud o resultados clínicos.
Información personal que no sólo desnuda a la persona ante la sociedad, por sus implicaciones, sino que además repercute en el desarrollo individual del titular de dichos datos.
El Código Penal Federal establece supuestos en los que se realiza una vulneración, pero con dos condiciones que son nefastas, la primera, que modifique, destruya o provoque pérdida de información. En el segundo caso, no obstante, lo anterior se agrega a que los sistemas o equipos de informática deben ser del Estado, lo que excluye sistemas o equipos de informática de particulares o de compañías de telefonía.
Además, y peor tantito, en ninguno de sus artículos del Título Noveno, titulado Revelación de secretos y acceso ilícito a sistemas y equipos de informática, lo cual sin duda es grave, porque el simple hecho de inmiscuirse, ya sea a través de medios electrónicos como por investigación social (averiguar u obtener las contraseñas de seguridad), debe castigarse al que lo realice.
La ley, en ese sentido, fue redactada incorrectamente, debido a que la simple vulneración de la seguridad ya debe significar un ataque a la privacidad, sin importar que no se realice ninguna acción posterior. Esto debe ser así, porque la naturaleza de los delitos tecnológicos no siempre es inmediata, puede reservarse la información y utilizarla para años venideros.
En el caso de Pegasus de México, no debe sorprendernos que el gobierno sí haya efectuado dichas vulneraciones, como he dicho, esto queda superado por mi premisa anterior y ahora, observarán, que esta premisa siguiente es todavía superior por su peligro y que excede todavía más allá la esfera de afectación a los investigados.
Tal cuestión queda retratada por la siguiente pregunta: ¿Por qué un sistema tan poderoso no es puesto a favor de la justicia?, porque pasan de alto investigar a quienes realizan el robo de combustible; quienes evaden impuestos; los que asesinan y roban; y, en vez de ellos, investigan, no diré a los salvadores, porque sería exagerar; pero que, sí constituyen, bien o mal, un contrapeso a las medidas implementadas al gobierno, porque les señalan sus errores.
Entonces queda claro el mensaje del caso Pegasus, los enemigos no son ellos, somos nosotros, la ciudadanía.