«Bromeaba, le tomaba el pelo, me reía mientras caminábamos por el sendero de grava. Se prestaba al juego. Colaboraba buscando alguna anécdota divertida que hubiéramos compartido. Se le animaban los cortos pasos de viejo. La tardes en que me acerqué a verlo al Hôpital Saint-Louis parecía que cicatrizaba la herida que habían dejado nuestros desencuentros (maintenant, on s´aime comme des bons amis), y que incluso quedaba en suspenso la enfermedad».
Así comienza Paris-Austerlitz, la novela que cierra el círculo iniciado por Mimoun. Las dos novelas tienen mucho en común. La prosa. El tono. La atmósfera. La inquietud del protagonista. La fragilidad del amor.
Del amor. O de la pasión. Del sexo. De los buenos momentos. De los malos. Que siempre llegan. Del ego. Del egoísmo. Del asco. De la vergüenza. De lo desinteresado. De lo interesado. Que siempre aparece. De remordimientos.
De todo esto trata este libro. Poco tiene de novela. Si entendemos que la novela se sustenta de la ficción, de lo inventado, de lo imaginario. Pues Paris-Austerlitz es vida en estado puro. Realidad. Sin adornos. Una confesión cruda. La verdad que tanto molesta.
La poética es natural, convincente, demoledora. Sin florituras de ningún tipo, Chirbes nos lleva a donde preferiríamos no ir. Si Mimoun era sutil, Paris-Austerlitz es minuciosa. De una minuciosidad sin compasión estamos hablando. De una literalidad que hiere.
Caníbal. Sudores. Mierda. Trituradora. Agujas. Empapado. Noche. Desaliño. Piernas. Cama. Deseo. Miedo. Venganza. Marroquíes. Problemas. Bromas. Sollozos. Último. Salida.
Palabras sueltas. Etiquetas. Un cóctel extraído de la obra. Que pretende definirla. O más bien: delimitarla. ¿Controlarla? Tal vez expandirla. Si la vida es eso que no queremos ver. Pero debemos verlo. Si la realidad es eso. Rafael Chirbes nos lo muestra a través de su Literatura.
«Al cabo de un rato, cuando salimos de paseo al centro, al ver a toda aquella gente que caminaba por la place des Innocents (el viejo cementerio con su halo de mal fario en el que tantas veces desembocaban nuestras caminatas), no se me quitaba de la cabeza la idea de que, al margen de su nacionalidad, de su posición social y profesión, cuantos se movían a nuestro alrededor maquinaban el modo de encontrar un nido de carne en el que esconderse cuando llegara la noche».
Paris-Austerlitz, un nido de carne, un modo de encontrar, pues no hay donde esconderse cuando llega la noche. Rafael Chirbes ha escrito una exquisitez. No te olvidamos, maestro.