El camp, según Susan Sontag, es una forma de ver el mundo con afectación y desbordamiento, una sensibilidad que a veces se traslada al arte y la cultura. Sería necio reiterar que Please, Baby, Please (2022), de la directora Amanda Kramer, es una película que se enmarca en esta visión.
Más allá de lo kitsch en las actuaciones y los decorados, me interesa resaltar sus referencias a películas de la mitad del siglo XX. Este uso de elementos, más que convertirse en una acumulación destinada a dejar contentos a los fanáticos (como el meme de los tres spiderman apuntándose mutuamente en la nueva película animada del superhéroe), es un lenguaje cuya sintaxis atiende al collage y al palimpsesto.
De estas palabras, la primera se refiere a la unión de distintos elementos previamente creados que se constituyen en uno nuevo. El segundo a la sobreescritura a partir de un modelo anterior ya hecho, borrando partes del modelo previo.
No quiero decir que Kramer tome retazos de películas y los pegue de manera literal en su cinta, sino que conoce bien los signos que utilizan sus modelos y los arma para obtener un resultado nuevo.
Podríamos aducir que, como ella, otros han recorrido ese camino antes y que, incluso, algunos teóricos de la posmodernidad consideran que ambas técnicas forman parte esencial de la estética de nuestros tiempos. Y sería verdad. Sin embargo, me parece que el acierto de Kramer radica en su estilo, pocas veces un estilo como el de la cineasta consigue hacer de un palimpsesto o de un collage una obra distinta al modelo que emula.
Claro que el modelo son las películas de Jacques Demy, los musicales tipo Grease, Chicago o The Rocky Horror Picture Show, la afectación del primer Almodóvar, la masculinidad de Cruising (con Al Pacino) o el giallo de Dario Argento; por lo que puede no ser del gusto mayoritario.
Y como en gustos se rompen géneros, solo la revisión personal puede dar un veredicto al deseo hiperbólico que en Please, Baby, Please adquiere la forma de un hogar de(re)cons(des)truido. Sea.