A los que conocí en el mes de Abril
Lean, dejen el apellido a un lado y trabajen.
Soy fanático de casi siempre reprochar en contra de los jóvenes (aunque yo sea uno de ellos), y en gran parte lo hago porque ellos (o nosotros) son flojos, desinteresados, esclavos de todo lo postmoderno, lo ecofriendly, lo gayfriendly, lo petfriendly y para rematar, apolíticos.
Pero si hay algo que me molesta más que todo ello junto, son aquellos jóvenes que en aras de participar en la política, confunden y mal interpretan lo político, creando así un contexto tenebroso, burdo y senil para quién aspire a insertarse en la vida de lo/la político/a.
Para empezar una carrera (por muy pequeña o grande) en este pantano de la demagogia, el joven debe comprender que para ser político no se estudia, pero si se puede aprender, leer y adiestrarse sobre la política. Para hacer esta precisión valdría la pena recuperar sus definiciones deontológicamente correctas, quienes nos dicen que la política es todo aquel deber o actividad que remota de las viejas discusiones de asuntos públicos entre los griegos en las polis, por otro lado, lo político es aquello en donde ponemos en marcha las prácticas y estrategias propias del interés personal para lograr un fin.
Parece sencillo comprender estos dos conceptos, sin embargo, la triste realidad es que los políticos viejos (esos que gobernaron y ahora gobiernan gran parte del país) han sido los proxenetas de las vida pública de nuestra nación, heredando sus prácticas a las nuevas generaciones, y si de por sí al inicio de este articulo señale que gran parte de los jóvenes son apolíticos, significaría entonces, que el futuro de la política está en pocas manos, algunas limpias y, otras no tanto.
El cientista social Karl Deutsch, habló sobre las características en Política y Gobierno (1976) que los participantes de la política deberían tener. En su intento por explicar que solo las minorías son las preparadas académica/social y económicamente para gobernar, Deutsch explica que hay otro camino para quienes se interesan en los procesos políticos pero sus capacidades académicas, sociales y económicas son limitadas.
Su destino, es ser dignos y abnegados, políticos de barrio.
Puesto que solo menos del tres por ciento de la población total de cada país en el mundo cuenta con las características necesarias para ser considerado apto¸ el noventa y siete por ciento restante se ve condenado a ser la sombra y el eterno cordero que cargara al pastor en su lomo para que este llegue a su destino, sano, y salvo y, sin cansarse.
Aunque a mis conocidos (en su mayoría partidistas) se molesten, déjenme reafirmarles que no digo otra cosa más que la verdad. Basta solo con echar un ojo al interior de cada partido independientemente de si es local, estatal o federal, para saber que la chamba más grande tanto burocráticamente como acarreadamente, la hacen los más jodidos en la pirámide política/social/económica. Y lo hacen con el fin de quedar bien con el partido o con su jefe inmediato, jamás por el bienestar colectivo.
Y es que, a nosotros los jóvenes mexicanos, nos tocó la mayor chamba, intentar convencer a nuestro circulo de conocidos (jóvenes y otros no tanto), de que la política esta aun bien representada por un fulanito al que obedezco ciegamente, al que ellos ni ubican y que cada que lo veo, le pido una selfie. Así funciona el actual modelo de trabajo de la disque chaviza de al menos los tres partidos que lideran las encuestas actuales en México.
Mi coraje no es con los partidos políticos por utilizar a estos jóvenes que, dicen interesarse por el bien común pero, se dedican solamente a dar propaganda en tiempos electorales o a asistir a juntitas de partido en las que ni voz ni voto tienen. Mi coraje va dirigido a esta sociedad joven, empobrecida de teoría política y que viendo que quienes nos representan nos están jodiendo, pues estos no hagan nada.
Alguna vez escuche por ahí, que el silencio paga bien, y más en tiempos electorales.
Me muero de risa cuando jóvenes priistas piden y exigen un cambio verdadero porque están cansados de tanta corrupción, pero todo joven priista, no puede negar su fotito con Alfredo del Mazo o con Carolina Monroy, y de ahí no pasan. Aunque los panistas también lo hacen, ellos tienen tres pesitos más de madre, y no andan tan extravagantes y presuntuosos. Igual pasa con los morenistas y su gran mesías, Andrés Manuel. También con los perredistas y su Juan Zepeda. Todos tienen cola les pisen, pero chavos, en serio, ellos no son actores o artistas, ellos son nuestros empleados, aunque les duela.
Aquel joven que aspire a trabajar por el bien de la sociedad, que se deje de las selfies, que lea mucha teoría política, que la comprenda, que aproveche los espacios de discusión, y que trabaje, que se queme las pestañas construyendo políticas públicas que cambien al país, porque de repartidores de propaganda y chamacos que salen a echar porras, los partidos, ya están llenos.