Roberto Bolaño se reta y sale victorioso en una novela-párrafo que asume todos los riesgos. Nocturno de Chile es una obra imprescindible. La última frase (ocho palabras [ya fuera del superpárrafo]) también es imprescindible.
¿Que de qué va esta obra? De todo. De la vida. O sea, de todo. ¿Que por qué escribo esta reseña de forma espontánea? Porque la novela que nos ocupa es espontánea.
Me encanta el Bolaño intuitivo. La Literatura debe ser intuitiva. La otra, la literatura, puede ser lo que quiera porque, como bien dice Iosi Havilio, los libros prefabricados, sean de ficción o no, cuentan tanto como un par de zapatillas.
A mí no me gustan los párrafos largos. En mis últimas novelas busco párrafos como estos. Cortos y contundentes. Tal vez porque me hago viejo y mi vista ya no es de lince.
Por eso tiene más mérito que el parrafazo de Bolaño me haya convencido. Ciertamente, cuesta más de leer, cuando apartas la vista, cuesta más encontrar la última frase leída.
Esta novela me ha hecho pensar en Estrella distante. Si no recuerdo mal, también ahí se habla de tertulias literarias. A Bolaño le gustan las tertulias literarias. A mí también, pero aquí en Calpe no hay de eso.
Nocturno de Chile es una novela humana. Nocturno de Chile respira humanidad. También es una novela realista. Chile no tiene arreglo porque nunca podrá quedarse más ancho que largo.
Ya otras veces he dicho que lo que más me gusta de Bolaño es: que me lo creo todo. Desde el principio hasta el final. Otra virtud de Roberto: que desaparece en la primera frase.
Coges el libro. Lees. Nocturno de Chile. Roberto Bolaño. Y listo. Ya no vuelves a verle. Bueno, sí. Cuando lo terminas. Lo terminas y te dices: Joder, qué bien escribe este tío.
Quítese la peluca. Con esta cita de Chesterton comienza esta historia de un cura que se confiesa con el lector. Supongo que el lector debe erigirse en confesor para que el círculo quede completado.
Roberto murió pero sigue vivo. Cuando leí la última frase (ocho palabras [ya fuera del superpárrafo]), pensé: Esta frase pesa más que las dos mil páginas (o las que sean) de los jodidos pilares de la tierra.
Sí, con minúscula inicial. Los títulos de las novelas prescindibles deberían escribirse con minúscula inicial. ¿Está usted muy corrosivo hoy?, dirá alguien. Por supuesto. Acabo de leer una obra maestra
y estoy escribiendo esta reseña como una locomotora.