No dejaré de insistir en la importancia de la mesura al momento de observar y escuchar un video en redes sociales. Como internautas somos testigos de cientos (y tal vez) miles de materiales fotográficos y audiovisuales. Algunas de ellos son noticias en general, otros más de comedia, etcétera.
Sin embargo, como he mencionado en columnas anteriores, internet se ha vuelto una figura compleja de estudiar y de regular jurídicamente, y se está convirtiendo en un camino difícil de transitar en cuanto a los videos e imágenes que circulan en él, relacionados con el actuar de los particulares.
Está claro que, en caso de un acto ilegal, los videos e imágenes son una herramienta poderosa para hacer justicia (o presionar a los órganos encargados para ejecutarla). Lo cual siempre será bienvenido. Empero, en caso contrario puede significar una injusticia.
Generalmente los videos van acompañados de un título o narración que pretende explicar en el que acontece el video, pero en la mayoría de los casos no es una explicación, sino un complemento de aquello que no aparece en el video. Esto es peligroso porque expone el honor de los protagonistas e infringe el Presunción de Inocencia que es un principio de rangos constitucional.
También es cierto que no existe una manera eficaz para reducir la publicación de videos e imágenes que afecten a particulares. Esto se debe a que el uso de los medios de tecnología y comunicación ya forman parte de la vida cotidiana, además de que se usan de forma indiscriminada.
Ahora bien, no significa que sea imposible, deslumbro una posibilidad que pude ser la mejor opción y equilibrio para que los videos e imágenes sigan formando presión sobre los tribunales y demás autoridades en los casos que los individuos son culpables, sin que afecten a los particulares inocentes.
La solución, sin duda alguna, es siempre cuestionarnos lo que vemos. Para ello, podemos realizarnos estas preguntas: ¿qué pretende demostrar el video?, ¿La imagen muestra lo que se pretende demostrar? ¿Existen otras grabaciones o imágenes que coincidan con la escena? ¿Hubo testigos? ¿Existe otras pruebas? ¿La fuente parece confiable?, estas interrogantes pueden significar el inicio de una consciencia crítica de lo que se observa en las redes sociales. Ellas deben servir como filtro para la consciencia social.
La mayoría de las veces los videos sólo muestran una parte. Es cierto que prender un celular y comenzar a grabar no es tan fácil en circunstancias adversas, pero lo cierto es que, si no se cuenta con el material necesario para probar el dicho, no es justo que se publique.
Por ejemplo, en alguna ocasión, hace algunos años me encontré con una noticia que decía: Hombre viola bebé. Llamado por la curiosidad di entrar al vínculo y comencé a leer. El texto narraba las circunstancias y se refería a un video; sin embargo, al final no existía tal y se limitaban a poner una imagen de un señor con una bebé desnuda.
Por supuesto, pensé en lo ilegal y amoral del hecho de una violación, pero lo cierto es que, sobre todas las cosas, consideré que no existía la suficiente razón para condenarlo, moral y mucho menos legal, pues en la foto el sujeto ni siquiera aparecía desnudo y pensé, bien podría ser yo, que soy padre de una hija, fotografiado mientras le cambio el pañal.
Esto es sumamente difícil de desentrañar, porque no somos testigos directos, pero no por ello debemos anticiparnos a emitir juicios sin conocimiento previo o porque sentimos empatía o antipatía por una situación.