Acaso el discurso marxista, el ímpetu revolucionario en algunos jóvenes y el espíritu combativo de ciertos y esporádicos obreros surge en la posmodernidad como un fantasma indispuesto a morirse.
Pero ante ese espectro no le tiemblan hoy las manos al poder y con esas experiencias cotidianas y muy dogmáticas, solo surgen mínimos destellos de inocencia, ingenuidad y rabia hacia ninguna parte.
No minimizo, por ejemplo, desde la vía electoral y en México, la opción del partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), su aparente búsqueda de un sistema político honesto, de representantes populares intelectualmente preparados, moralmente pulcros y la llegada al poder con la ausencia de las armas y la violencia.
El yerro de Morena en el Estado de México y el fraude anticipado a veinte mil leguas de viaje por el priísmo, surge pues el partido representado por la siempre polémica figura de Andrés Manuel López Obrador que concentró sí el hartazgo social hacia una posible vía de reivindicación electoral pero no la politización ciudadana. ¿Y quién podría en 3 años?
Pero y lamentablemente, esos mismos votantes cansados del Revolucionario Institucional y de Acción Nacional son agentes revolucionariamente pasivos, rabias por cuestión de destinos y despolitización por ausencia de organización barrial o sindical.
Como se nos demostró la semana pasada, quienes optaron por Delfina Gómez Álvarez y quisieron de verdad fuera del Estado de México a las mafias políticas de siempre son incapaces de organizarse hacia las calles por la defensa de su voto, no saben al menos que podrían presentar una demanda colectiva contra su próximo gobernador Alfredo del Mazo Maza, ajenos a la militancia dentro de Morena no se sienten parte de cualquier forma de un proyecto de esta índole.
Al parecer, ese camino será el mismo para el 2018. La tercera derrota de Andrés Manuel López Obrador a pesar de su tercera victoria en la búsqueda de la presidencia (y no es contradicción) es desde este momento casi un hecho y ese será el principal elemento a utilizarse contra un político de lucha en las izquierdas institucionales como el Peje.
No caminará mejor México con Obrador en la silla presidencial, ciertamente, pero ojalá pudiera dársele una oportunidad. Muchos quisiéramos ver cómo funciona en el poder Ejecutivo un personaje como Andrés Manuel, con un partido creado por él y respaldándolo al cien por ciento en cada una de sus decisiones.
Pero esa esperanza no podrá lograrse. Como en el Estado de México a Delfina, como la caída del sistema en 1988 y como ya 2 veces le han impedido el paso a Obrador, el fraude es inminente, inevitable, anticipado, fabricado desde estos momentos en las más altas esferas del poder político mexicano.
Para ese entonces de otro Andrés Manuel vencido, vendrán los más reconocidos intelectuales y periodistas a darle validez al engaño, artistas de internacional reconocimiento dirán sí era una buena opción pero no se pudo, en el camino se le crearán enemigos, están ridiculizándolo desde ahora, el autoritarismo del poder va a justificarse como un mal necesario, orden y progreso a pesar de toda nuestra humillada hambre cotidiana.
No será nunca Andrés Manuel, siento decirlo, el presidente de México y eso lo sabemos todos.