En este desierto tropical la madrugada pare rocío que se vuelve escarcha y al medio día desaparece el agua y nace el infierno; allí, en medio de la siembra muerta terminaba su jornal un hombre, araba en la escena del crimen del homicidio de una tal primavera…
-Se jodió el tiempo, me dijo, mientras con el azadón jalaba polvo seco para el surco, cuna de sus semillas, de sus ahorros, de su futuro con hambre.
-¿Y usted cree que solito se jodió?, le cuestioné de vuelta.
Sí, contestó sin dudar. Antes, bien se sabía cuándo era invierno y cuando era verano, había días marcados de siembra y de cosecha; ahora mire, ya no. La tierra ya no quiere.
Pero, tiene mucho que ver que hayan talado tantos árboles, le contesté, como queriendo sembrar una idea en su imaginario; no noté que sus suelos eran tan poco fértiles como la polvareda aquella donde insistía hacer lo mismo de todos los años, lamentando lo mismo de todos los años y sin cuestionarse nada, como todos los años.
Lo peor fue la frase con la que decidió terminar la conversación inútil aquella:
-No, así es, así está escrito en la biblia, son los últimos tiempos.
Tan inútil la idea, como inútil la conversación, tan inútil la semilla en el polvo como inútil cualquier explicación.
Ya llegó el temido anticristo y los muros se yerguen engreídos del odio que los levanta, se calla el cambio climático y se apadrinan más guerras. Ya no hay libertad de aquella falsa que nos hacían pensar que existía, se apuesta a que existan femenino y masculino nada más. Las mujeres estamos siendo cercadas como la potencia norteña y se nos quiere acallar y doblegar.
Hay hermanos muriendo bajo trenes, a manos de carteles, bajo los arbustos del desierto, en las aguas del Bravo o Grande, del Usumacinta. Hay madres que nunca volverán a oír las voces de sus hijos desde el otro lado y mujeres que irán a traer a las fronteras a sus maridos.
Hay latinos honestos con fama de mareros, maestros de la agricultura que ya no podrán ni siquiera trabajar las tierras ajenas con dueños de hombres de miradas verdes y azul. Hay de nuevo hermanos queriendo ser blancos, soñando con tener derechos de blancos, soñando con lo que nos han vendido por sueño americano.
Ya no hay cambio climático aunque esta polvareda dorada, otrora negra tierra me llene el cuerpo y los pies. Y lo que falta. Habrá más fuerza en cada amén, más “nosotros” y menos “ustedes”, más egoísmo, más sangre, más líneas separando norte y sur.
Habrá solo derecho sajón y más índices señalando a las pieles oscuras, quizá algunos gabanes blancos de triple K escindiendo obligaciones, dividiendo a antojo los derechos de los demás.
Seguirán los estallidos al otro lado, los desahucios, las economías desfalleciendo, los niños bajo las explosiones de bombas y otros niños halando gatillos en nombre de Alá. Los mares secándose, hermanos animales abandonando esta condena en la tierra, el planeta rompiéndose valiendo menos el hombre que cualquier mineral.
Ayer vi a un hombre hurgar en la basura de tu ciudad y hoy veo a este otro arar en el vacío del olvido, allá va una mujer sin nombre, mañana otros 16 muertos en cada esquina civilizada, niñas con embarazos prematuros y niños jugando a matar.
Sí, se jodió el tiempo hermano. Tanto que buscamos en Marte lo que seguimos sin encontrar en nosotros Tierra: vida, paz.
Lo jodimos nosotros y con muro o sin él, con lluvia o sin ella, con tu vida o su ausencia, me temo no habrá vuelta atrás.