—¡Yo soy!
—¿Quién?
—¡Las muertas de Juarez! ¡Que sí, que no, las muertas de Juarez!
—¡Yo soy!
—¿Quién?
—¡La transexual!¡Que sí, que no, la transexual!
—¡Yo soy!
—¿Quién?
—¡Lucía!¡Que si, que no, Lucía!
El sol quema y sin embargo, hay un aire espeso alrededor del Monumento a la Revolución. Llego a las 5:00 pm en punto ¿la cita? Una convocatoria hecha desde las redes sociales para denunciar los feminicidios y mostrar el apoyo que desde México se le brinda a Argentina, especialmente a Lucía Pérez, víctima de violación que sufrió un paro cardiaco por el dolor a la que fue sometida.
A mi alrededor, mujeres vestidas de negro gritan consignas y escriben carteles denunciando la violencia. Como a eso de las 5:45 pm comenzamos a caminar por Reforma hacia la Victoria Alada: ¡ni una más, ni una más, ni una asesinada más!, se escucha.
Me acerco con tres jóvenes. Les pregunto qué significa la marcha para ellas, Sandra Cervantes, tiene 23 años y me contesta: “estamos hartas de que tengamos que salir a la calle con miedo”.
Llego a la Palma: “¡Vivas se las llevaron, vivas las queremos!”. Están ahí estudiantes de la Universidad Autónoma Metropolitana, de la Universidad Nacional Autónoma de México; de Filosofía y Letras, de Arquitectura, de Ciencias Políticas, también hay mujeres que llegan por cuenta propia con sus parejas, sus amigas o sus hijos. Le pregunto a una chica que prefiere permanecer anónima —¿Qué piensas sobre la marcha?—. Ella me observa con ojos sinceros y me contesta “Creo que es una marcha muy buena, entre más espacios se abran, es mejor para las mujeres”. Su madre que camina tan sólo unos pasos atrás de ella la apoya.
Las banderas moradas ondean con más fuerza: ¡Señor, señora, se mata a las mujeres en la cara de la gente!.
Ya son las 6:30 pm. Me encuentro con Mariel, activista, miembro del Colectivo Pan y Rosas, lleva una camisa morada y los últimos rayos del sol tocan su cabello negro. Me explica con mayor detenimiento: “esta marcha es la primera chispa que se puede potencializar. Es la primera que aparece después de Argentina. En Argentina cada treinta horas muere una mujer, aquí en México la cifra es más grande, es cada tres horas. La diferencia es que en Argentina hay una mejor organización. En las fábricas hay comisiones de mujeres. Es importante que en México se recoja esa experiencia”.
Luego, me dice que el 25 de noviembre también será una fecha trascendental y que saldrá a la calle a marchar. Reflexiona sobre las marchas y sus comentarios me hacen pensar sobre “la calle”, un espacio del que históricamente las mujeres han sido excluidas. Porque “la calle” es la metáfora de lo público, apropiarse de este espacio es significativo; aquí nos chiflan, aquí nos tocan, aquí nos matan, aquí dejan nuestros cuerpos mutilados pero seguimos gritando: ¡No, no, no, no me da la gana ser una mujer sumisa y abnegada!
Por fin llego a la Victoria Alada. Hay una gran manta negra, son las del Seminario Cultural Visual y Género del Museo Universitario Arte Contemporáneo. Isole Valadéz me comenta: “están matando mujeres pero también mujeres transexuales. Una conocida mía, trabajadora sexual, fue encontrada en un hotel estrangulada ¿su nombre? Alexa Flores. No hay que dejar de lado los transfeminicidios, hay que incluir otros cuerpos, otros sujetos”.
El sol se ha metido por completo. Hablo con otro Colectivo llamado Mexicanos que apoyamos a Palestina. Ellos también estuvieron en la marcha y ahora recolectan dinero para una ofrenda del día de muertos que pondrán en la Alameda, si es que consiguen el permiso. Vania Nieto me dice: “estamos en contra de lo que Israel le está haciendo a Palestina… están violando derechos humanos, están dejando sin agua a mujeres y niños”.
La marcha circuló sin ningún tipo de violencia, a excepción de las cinco mujeres encapuchadas que pintaron algunos anuncios. Que esas cinco mujeres no se vuelvan el pretexto para encubrir lo que aproximadamente otras siete mil dijeron con la frente en alto; “a las mujeres nos están matando y no, no nos callaremos”.