«Desde tiempo inmemorial se había conservado en Morent la tradición de enterrar a los muertos de pie, orientando los rostros hacia el mar donde nace el sol. Com els moros, aseguraban con solemnidad arqueológica las voces autorizadas del ayuntamiento y del bar del jubilado».
Morent es historia de aquí y de allá, antigua y nueva, local y universal, Morent, como digo en el prólogo (sí, el autor es amigo cercano), es una raigambre que no da tregua, nacen algunas personas ligadas a su tierra de una forma enfermiza, nacen, pues, condenadas, de aquí eres y aquí te quedas, así somos y así serás.
«Antonio La Caixa gozaba de fama en el banco, aunque con división de opiniones. Sus compañeros de zona lo llamaban el viu del passiu por su habilidad para captar clientes de los pueblos vecinos. Ninguno se le resistía en la barra de Pascualet. Había dinero a manta en Morent, escondido en sacos terreros, nichos y paneras».
El estilo es ecléctico, surrealista a veces, realista las más, culto siempre, nos mete José Luis Luri en su prosa y nos mete sin miramientos, apáñatelas como puedas, adáptate y disfruta, lee con el pecho abierto.
«El apoderado rio la gracia y la celebraron todos. Era un chascarrillo muy popular. Lo utilizaban funcionarios, bancarios, agentes e inocentes contratantes en la firma de préstamos y entuertos. Un contrato de trescientas sesenta cuotas mensuales con jaque mate al primer impago».
Morent, aunque no existe, sí existe, y tiene mucho de los pueblos vecinos, y tiene mucho de cualquier pueblo, es Morent ese lugar plural donde los hombres y las mujeres nacen, más que con piernas, con raíces que los fijan al terruño.
«Yo no puedo escribir esta historia por los dos, Toni. Y si tú no estás dispuesto a intentarlo, está bien. En fin, algún día tendrás que enfrentarte a lo que en realidad quieres, y no solo a lo que temes».
Contiene Morent mucha religión, mucha superstición, como si la primera no pudiera prosperar sin el apoyo de la segunda, como si lo religioso no tuviera sentido sin cábalas, revelaciones, elixires y clarividencias.
«Voret permaneció en silencio, reflexionando. La historia de su tío no era la que esperaba, pero había algo en ella que resonaba profundamente. Un eco de lucha, de contradicción, de vida».
Contiene Morent un sarcasmo que es retórico y sutil, casi subterráneo, en todo momento doloroso, nadie sale indemne de Morent, y resulta amargo narrar los sempiternos estertores de un pueblo moribundo.
«Dejó el pueblo muy joven. Anduvo entre Valencia y Gandía, trabajando como aprendiz en un taller. Pronto se introdujo en los grupos obreristas que proclamaban el movimiento libertario. Con la llegada de la República se afilió a la CNT de Benissa».
Si la realidad es cruda, Morent se viste de realidad para hablarnos de nuestras miserias, de nuestra estupidez, de nuestro egoísmo, de nuestra falta de sentido común, si la realidad es racional, Morent encarna el absurdo y lo hace, además, con la arrogancia de los suicidas.
«El ambiente no ofrecía gravedad ni evocación melancólica, sino una quietud seca, una memoria convertida en paisaje. No había adornos ni símbolos de cuidado reciente. Solo quedaba lo esencial: la piedra, el nombre, el lugar».
José Luis Luri ha escrito un libro que duele.
Morent se devora a sí mismo.
Implacable.