El Troll
Se esconde, permanece oculto, agazapado.
Espera la presa.
Todos en el chat escriben los jajaja y los jejeje de la jarana clásica a continuación del nombre ficticio.
La charla es tonta, solo un pasatiempo, una reunión en el bar de la esquina.
Lee las palabras desde el anonimato y obtiene sus conclusiones, nadie como él para encontrar inocentes, soledades, emociones ajenas, el alimento vital para su cuerpo virtual.
Mientras sus ojos recorren la pantalla, clasifica, sicoanaliza, idea el plan.
De pronto, está allí, frente a sus ojos, la ve y arden en su cerebro todas las chispas de su ira reprimida.
La victima está sola, la rodea, la persigue y cuando trémula, intenta huir, el troll se entrega al ataque con sus enormes manos de palabras miserables, aplastándola y pisoteándola con sus pies furiosos de gigante ignorado, terminando con ella justo a tiempo para preparar la cena y amorosamente alimentar a sus niños que corretean en el jardín, lejos de las tabletas y las computadoras que tanto daño les hacen a sus ojitos y a sus almas. Nunca se sabe con quiénes se puedan encontrar en el ciberespacio.
Se esconde, permanece oculto, agazapado…