Un aspecto que me parece relevante del cine del director tailandés Apichatpong Weerasethakul es que no se vuelve condescendiente con el espectador. Suele ocurrir, sin que esto signifique un detrimento en su calidad, que algunas películas de géneros no miméticos, como el terror o la ciencia ficción, busquen construirse desde un universo ficcional que, de alguna manera, nos dé coordenadas sobre la historia que trata. Es decir, en el momento que un espectador se enfrenta a películas de este tipo, suele haber campos semánticos y alusiones explícitas que permiten habitar la ficción sin cuestionamientos sobre los contenidos de su universo particular, como si fueran una especie de convenciones de género.
Cuando lo arriba descrito no ocurre, aparece un fenómeno que a falta de una mejor palabra podría llamar de extrañamiento. Viktor Shklovski, un formalista ruso, acuñó en su teoría literaria el término “extrañamiento” para designar las operaciones que lleva a cabo el escritor al hacer relevantes en su obra aquellos conceptos que los lectores han asimilado. De esta manera, según Shklovski, se consiguen nuevas e inesperadas perspectivas del mundo conocido.
Si bien en el cine no se lleva a cabo el mismo proceso que con la lectura, sí existen unidades de sentido que permiten aplicarles conceptos literarios. En algunas películas de géneros no miméticos, el proceso de extrañamiento que implica salirse de las coordenadas propias de sus mundos de ficción me parece relevante, sobre todo para comprender y acercarse al cine de Apichatpong Weerasethakul. Esto se pone de relevancia con especial interés en su más reciente película Memoria (2021), protagonizada por Tilda Swinton.
La historia de Jessica, una botánica que investiga el origen de un ruido misterioso que la despierta un día, atraviesa la quietud de un devenir cotidiano y alcanza un momento de revelación cuando el personaje principal adquiere una comprensión nueva de lo que buscaba. Los larguísimos planos en donde Jessica reflexiona o interactúa con su familia crean la ilusión de una historia sobre las relaciones afectivas entre hermanas con un fondo relacionado a la ansiedad de la protagonista. Pero esto no es más que un pase mágico, una de las capas que se sobreponen y se combinan, en el fondo hay una serie de otras cuestiones que comienzan a tener relevancia y hacen que el espectador se extrañe y se pregunte por lo que está ocurriendo: perros con poderes; tribus que maldicen; Funes, el memorioso; desapariciones de ingenieros de sonido; naves espaciales; excavaciones, forman un cúmulo de significados que, en última instancia, remiten al interior turbulento de la protagonista.
Otro será el espacio para hablar del resto de películas del director tailandés. Por ahora, baste tomar en cuenta que Memoria, roza y al mismo tiempo cuestiona los cánones del género fantástico. En este punto es donde radican dos de sus virtudes, en el extrañamiento que provoca encontrarse con acontecimientos peculiares dentro del cotidiano devenir de la protagonista y en el abandono del sólido estoicismo urbano por la espiritualidad de una revelación íntima. En este punto, muchas son las lecturas que abre; muchos los caminos que invita a recorrer.