Manuel Moyano tiene un estilo neto. Limpio, puro, claro y bien definido. Que hoy analizaré a través de tres novelas. De los cuentos ya hablaremos otro día. Leyendo las tres obras que hoy presento, el lector podrá conocer a un autor que merece ser leído.
La coartada del diablo (2007).
El imperio de Yegorov (2014).
La hipótesis Saint-Germain (2017).
De ahora en adelante: La coartada, El imperio y La hipótesis.
La coartada ganó el III Premio Tristana de Novela Fantástica. Considero que es una obra maestra. La prosa es suave, rica, sugestiva. Es una de esas novelas que no quieres que se acabe. Cuando la estás leyendo, apenas piensas en lo que vendrá porque cada página es un descubrimiento. Es una historia sosegada que no te incita a correr. El autor desaparece incluso antes de empezar. “Me guió primero por las calles del pueblo, hablando como un cicerone que se dirigiera a un enjambre de turistas desorientados, y así, tejiendo un invisible hilo de Ariadna, terminó por llevarme de nuevo a su casa.”
El imperio fue Finalista del Premio Herralde de Novela. Considero que es la obra culmen del autor (hasta el momento). Estamos ante una obra escrita con una meticulosidad que raya la obsesión. Es amena. Es brillante. Es única. El lector se involucrará inmediatamente. “Hablaré de Izumi. ¿Estoy enamorado de ella? No sabría decirlo con certeza. En todo caso, es una mujer demasiado atractiva para dejar indiferente a nadie. Si bien yo trato de comportarme en su presencia como si fuese otro miembro cualquiera del grupo, Kaku y Shimazaki, menos discretos, no se recatan en dejar caer comentarios bastante explícitos sobre su anatomía, y hasta he sorprendido al propio profesor mirándola de reojo en varias ocasiones. Tal vez ni siquiera el misionero español sea ajeno a sus encantos: esta tarde, sus ojos no se apartaban de sus nalgas cada vez que ella le adelantaba.”
La hipótesis se llevó el XVII Premio “Carolina Coronado” de Novela Ciudad de Almendralejo. Considero que es la novela más comercial del autor. Tiene ese ritmo trepidante que tanto gusta hoy día. Tiene ese suspense que te incita a tragar páginas sin ningún miramiento. Y tiene también sabor a guion cinematográfico. “El ascensor no funcionaba. Tuve que subir los seis pisos a pie, envuelto en el asfixiante olor a fritura de pescado que reinaba en toda la escalera. Llamé al timbre de Koblin, pero también parecía averiado. Aporreé la puerta varias veces. Nadie contestó. Sin embargo, bajo la puerta se adivinaba una franja de luz. Grité su nombre. Una vecina de raza oriental asomó la cabeza y enseguida volvió a desaparecer. Decidí llamarle por el teléfono móvil. Dentro del piso se escuchó sonar la señal, pero nadie cogió el aparato. Cuando ya estaba a punto de marcharme, la puerta se abrió de golpe.”
¿Y en qué orden las leo?, me pregunta mi lector imaginario. Cronológicamente, le respondo. Aunque no sabemos cuándo fueron escritas, los buenos autores suelen revisar sus viejas obras inéditas antes de que sean publicadas. O sea, que la última publicación debería ser también el último trabajo. O, al menos, el último trabajo revisado.
Cronológicamente para entender la evolución del autor. Como este artículo va dirigido —sobre todo— a los lectores que aún desconocen la obra de Manuel Moyano, creo que el autor se quedará contento si alguno adquiere estos tres libros.
Un lote que yo recomiendo desde mi humilde criterio.