«Puto viejo suertudo. No lo digo porque hayas conseguido que una mujer hermosa y dulce llore así por tu suerte, sino porque a ti sí te toca Yuliana. Todo el contacto físico que conmigo ha evitado siempre, contigo ha sido diaria caricia, abrazo, beso».
Lugar seguro es una novela redonda, sin fisuras, tiene Isaac Rosa muchos talentos que desarrolla con paciencia alquímica, tiene Isaac Rosa la capacidad de esconder el sudor para que el todo parezca espontáneo.
«La he visto llevarte tomado de la mano por la calle, no cogido del brazo como hacen otras cuidadoras con sus fardos, sino de la mano, como una madrecita. La he visto abrazarte cuando estabas nervioso, o tal vez te fingías nervioso para encontrar su abrazo».
Lugar seguro está narrada en primera persona pero también en segunda, y ese cambio de registro la dinamiza y enriquece, te olvidas, durante la lectura, de que el protagonista le cuenta a su padre, te olvidas, durante la lectura, de que todo se resume en un desesperado desahogo.
«La he visto acariciarte afectuosa la nuca, apoyarte una mano en el muslo, sentada a tu lado en el sofá, mientras me contaba algo sobre ti. La he visto peinarte, lenta y amorosamente, dedicando a la operación mucho más tiempo del que merecen tus cuatro pelos».
Los personajes están perfilados con una maestría que roza la genialidad, consigue Isaac meternos en sus zapatos, consigue Isaac que sintamos lo que sienten, consigue Isaac el sueño del artista.
«La he visto abrocharte el último botón de la camisa y estirarte la pechera con la palma de la mano. La he visto darte besos, besos maternales pero besos, para premiarte o consolarte. Segismón bueno, pobrecito Segismón».
Hay un mundo en esta historia, hay ironía, cinismo, hay también mucha angustia, hay mentiras y sinceridad, hay amor y desamor, y hay, sobre todo, impotencia, agotamiento y rabia.
«La he visto reírse y decirte estate quietecito, Segismón, ay, que me haces cosquillas, Segismón, cuando te pegabas a ella, cuando te pegabas a su espalda al andar por el piso y te agarrabas pellizcando carne joven».
La prosa es fluida, sabe Isaac que sin ritmo no hay poética y encuentra la cadencia magistral, sabe Isaac que sin precisión no hay arte y encuentra las palabras exactas, forma frases perfectas y compone párrafos rotundos.
«Y eso solo es lo que he visto, lo que hace contigo en mi presencia, quiero pensar que para subrayar delante del empleador su dedicación, su excelencia en el cuidado del enfermo».
También en esta historia hay que desconfiar del narrador, que a fin de cuentas es un sinvergüenza, y ese es otro de los retos de esta obra, saber qué tienes que creer y qué no.
«Pero dime, ¿hay más?, ¿es tan amorosa, o incluso más, cuando yo no estoy delante? Ojalá me dijeras que no. Ojalá recobraras un instante la lucidez para denunciar su maltrato».
Lugar seguro es ―en el fondo― una novela tierna, a ratos divertida, a ratos triste, qué difícil es salir adelante en este mundo hostil, y qué miedo da el solo hecho de pensar que los otros puedan ver lo que en realidad sientes.
«Ojalá una cámara oculta en el piso con la que grabaros y comprobar, más satisfecho que escandalizado, que en realidad, cuando el pagador no está presente, Yuliana se aparta de ti, siente asco por el viejo chocho que le ha tocado cuidar, y hasta se desquita con crueldades, te da bofetadas cuando intentas tocarla, escupe en tu puré, te deja días enteros sin cambiar el pañal cagado, no te ata los cordones aunque te los pises y tropieces, trae hombres a casa y se los folla sin cerrar la puerta del dormitorio, hombres brutales que se mofan de ti y te apagan cigarrillos en el brazo.
Pero no, ella no es así, ella es amor».