Desde los inicios de la campaña de Trump a la presidencia de los Estados Unidos, incluso, se sabe, desde años atrás, las amenazas a los compatriotas mexicanos han estado presentes en su discurso atiborrado de histerismos e idealismos.
Hoy, la amenaza ya ha sido sentida hasta en los estratos del gobierno mexicano, el que parece casi siempre estar un paso atrás, y a la espera de lo que se diga del otro lado del Río Bravo.
En días recientes, la amenaza ha sido reconocida por el mismo Peña, que declara abiertamente que vendrán momentos complejos para el país en relación con el vecino poderoso del norte.
Está de más denunciar que los llamados momentos complejos obedecen al sector económico principalmente, pero vale decir, también se prevén afectaciones en otros sectores de la sociedad.
Nos referimos a la inestabilidad política que desde ahora se genera en la nación, la cual se ve reflejada en descontento e irritación por parte de la población, donde además se suman personalidades del ámbito público, que anteriormente no levantaban la voz.
Por ejemplo, artistas, intelectuales, actores políticos, etc., quienes intentan poner en los oídos de todos, el malestar que se comienza a generar con las amenazas del multimillonario estadounidense.
Pero lo que escuchamos y leemos por muchos lugares, son respuestas a las amenazas que van en un tono de resentimiento hasta la venganza; como si se tratara de una oportunidad única para expresar lo que por años, se ha trazado en la relación de México y el país del norte.
Un sentimiento de rivalidad, de celos, de coraje, que hoy se viene a recrudecer con las amenazas del presidente estadounidense.
Se trata de la común y corriente rivalidad contra el gringo, que hoy toma la personificación con Trump; es la reinterpretación del modelo histórico de Francisco Villa en su triunfo y burla hacía los gringos. Solo que ahora ni Villa, ni triunfo.
Sin embargo, a pesar del panorama poco alentador para México, como ya se viene dilucidando, es también un tiempo importante para la reflexión unida a la acción ciudadana.
Es la oportunidad de como se dice en psicoanálisis, de liberarse del amo, liberarse de una codependencia a veces hasta mortífera, prescindir de un tutor para experimentar la madurez.
Madurez entendida como el hacerse responsable de sí, necesitando cada vez menos de las figuras de autoridad o parentales.
Es también la oportunidad de una reeducación, la cual bien puede incluir la certeza de que no todo lo bueno, todo lo mejor viene del otro lado, cosa que habrá que enseñarles a nuestros niños desde ya.
Resulta tan común que se valoren los productos extranjeros encima de los nacionales, que se respete más al que viene de afuera que al vecino, al paisano. Ya decía Octavio Paz, que al mexicano el malinchismo le marcaba la vida, y ese tipo de ideologías son las que al final del día se alzan como los verdaderos muros de una sociedad.
En realidad, más que un muro a tono de ofensa, se trata en su lugar de un límite que más que aislar libera; podría ser interesante pensar en muros como límites para obtener libertad, y no como muros para sentirse aislados.
Y es que el que levanta un muro es el que en efecto se aísla de los demás, a México en este caso, le viene bien voltear a otros rumbos, como ya hizo la invitación Evo morales, pero lo más importante será, voltear hacía adentro, hacía su gente, la de un pueblo deseoso de sentirse libre.