Tiene Chirbes el don de la precisión, sus frases son muchas veces inmejorables, las palabras justas, las palabras adecuadas, elige y junta palabras con una maestría que anonada, se expresa con una claridad inaudita y lo que dice, lo ves, lo sientes, ¡cómo escribe Chirbes!, y cuánto le extrañamos.
«Por ese motivo no acabo de aceptar que la palabra viudo me defina. Además, tiene algo de siniestro. Siempre me parecieron pregoneros de la desgracia, aves de mal agüero, esos hombres vestidos con pantalón y camisa negros, o con un botón o un retal negros en el cuello de la camisa blanca, que tanto se veían en España años atrás».
Chirbes escribió Los disparos del cazador a principios de los noventa. Tenía cuarenta años. La novela relata los últimos días de un anciano. A Chirbes le costaba escribir, sufría escribiendo, y esta obra tuvo varias versiones y algunos capítulos sufrieron modificaciones importantes. Quizá por eso el resultado es soberbio. Es obvio que Chirbes se vació en esta novela.
«La primera noche, mientras intentaba servirle otro güisqui en el chalé, se fue la luz y una de las copas se estrelló contra el suelo. Oí su risa en la oscuridad y allí mismo, de pie, empecé a morderle los pezones. Tenía ganas de llorar. Lo hice luego, con mi cabeza entre sus muslos, la sal de mis lágrimas confundida con la de su sexo».
Entrar en el universo chirbesiano es entrar en una realidad cruda que no da tregua, la prosa de Chirbes es dolorosa, la vida chilla, se retuerce y finalmente se agazapa a la espera de su final, entrar en el universo chirbesiano es entrar en ese mundo real que solemos soslayar.
«La carencia de Ort: el estilo. Es carencia su exceso, que a mí me atrae. A Eva la aplasta la voluminosa presencia de Ort, a mí me parecen enfermizas las reuniones de Eva. Su amiga Magda, el eterno doctor Beltrán. Van a los conciertos. A las exposiciones. Eligen los cuadros de la casa. Cambian cada poco la decoración. La mujer del doctor Beltrán tiene un aspecto quebradizo, de vegetal seco».
En un contexto literario, por llamarlo de alguna manera, y ahora vuelvo atrás y pongo literario en cursiva, donde tanto se escribe y tan poco se dice, escritores como Chirbes se alzan sobre el murmullo general dando sentido al sinsentido editorial.
«Estaba allí, corpulento, en el interior de la caja forrada de rojo, y no pude evitar el pensamiento de que pronto empezaría a transmitirle a la tierra su exceso de vida, su falta de estilo».
Rafael Chirbes sigue con nosotros, en nosotros, por nosotros.
Los disparos del cazador vive y revive.
Una historia inmortal.