Los amigos muertos es un libro seductor, todo él, empiezas tocando sus tapas duras, azules, luego contemplas la ilustración, sugerente, pulcra, en equilibrio con un texto que te lleva de la mano.
«Desde un recibidor sin el clásico mueblecito con espejo, con tan solo un perchero de pie negro y vacío, como un árbol muerto, observé un pasillo en penumbra. A un lado y a otro se distribuían varias habitaciones con las puertas cerradas».
Consigue Saljo Bellver crear un suspense elegante que en ningún momento te incita a correr, fluye la historia sin prisa, sin pausa, con el ritmo perfecto, fluye la historia con la naturalidad de lo cotidiano.
«Enseguida salió de una de ellas un tipo de mediana edad, bajito, flaco, legañoso y mal afeitado, en bata y pantuflas. Una colilla apagada colgaba de la comisura de sus labios».
El estilo es sencillo, espontáneo, no hay alardes, no hay jactancia y tampoco artificiosidad, diálogos, descripciones, pensamientos, todo se nos cuenta con una humildad cercana, cálida, entrañable.
«―Ah, coño ―farfulló al verme―, pensaba que era el moro; el cabrón siempre se deja las llaves o eso dice, aunque yo creo que lo hace aposta para joderme. ¿Qué quieres? Tenía una voz sucia, de lija».
Nos mete el autor en la trama sin que nos demos cuenta, los personajes ya no están en un libro, están a nuestro alrededor, más que leer una novela, estamos viviéndola, y esa, sin duda, es la magia de la Literatura.
«Pasé al recibidor y le expliqué de la manera más resumida posible por qué estaba allí, mientras le mostraba un expresión inofensiva. Al terminar, no quise darle tiempo a que decidiera si le convenía hablar conmigo o despacharme sin contemplaciones y enseguida le disparé una pregunta».
El desarrollo de la obra me ha recordado a La agenda negra de Manuel Moyano, también el tono, la atmósfera, incluso el protagonista, salvando unas distancias que cada lector podrá medir si se anima con estas dos obras que por supuesto recomiendo.
«―¿Usted vivía aquí cuando mataron a mi amigo? El tipo gruñó un “¡hostias, sí!”, y se ajustó las solapas del batín entre las que se asomaban unos pelos como espaguetis negros».
Se lee por muchos motivos, alguien dijo que leemos para aprender a preguntarnos por qué leemos, y digo yo que igual leemos porque una vida sin lectura es menos vida, pero, sea como fuere, hay libros que te hacen pasar buenos ratos y Los amigos muertos es uno de ellos, un libro que, mientras dura, retomas cada día con ganas.