Foto: Iraís García
La política, ese oscuro objeto del deseo en este México ensangrentado, es el medio que ha encontrado el ser humano para alcanzar (supuestamente) mejores posibilidades de desarrollo en diversos aspectos y sentidos a través de la organización de la población.
Aristóteles, el gran filósofo griego, afirmaba que la política es un estado natural del ser humano, es decir, el hombre es, por naturaleza, un ser político y es el único animal capaz de distinguir entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto… por supuesto, el helénico personaje no tuvo oportunidad de interactuar, conocer, analizar y padecer a los notables expositores y practicantes de esta ciencia en estas nobles y asaltadas tierras.
Quien sí sabía y conocía de primera mano la clase, calidad y tamaño de los políticos mexicanos era Jesús Reyes Heroles, quizá el único ideólogo en el entramado priista. Siendo dirigente del Partido “Revolucionario Institucional”, por allá de mayo de 1973, ofreció el discurso “La fuerza de la Política”, con motivo de la constitución del Movimiento Nacional de la Juventud Revolucionaria.
En su alocución hablaba sobre el pluralismo ideológico y el de intereses y, en franca referencia al “acérrimo enemigo” del régimen priista, el Partido Acción Nacional, afirmaba que la existencia de la oposición era necesaria.
“Queremos realmente más y mejor democracia en la vida política mexicana -decía-; una mejor democracia exige, a la par, el mejoramiento interno del partido mayoritario y el mejoramiento de la oposición. No todo depende de nosotros; algo también depende de la oposición para mejorar la vida democrática de México”.
Hoy, el partido mayoritario sigue siendo el que llegó con la Revolución, el que con el cambio trajo una especie de ridículo ejercicio de consciencia que les obligó a adjuntar el mote de “institucional”, lo cual convierte (primero al nombre y luego al propio partido) en la primera paradoja política del México postrevolucionario. La diferencia con aquel pasado de apenas décadas, es que, en la actualidad, el partidazo creado por Plutarco Elías Calles enfrenta los señalamientos de propios y extraños y, literalmente, se está ahogando en la inmundicia de sus propias huestes.
Jesús Reyes Heroles, el maestro, el ideólogo, el intelectual, el líder, afirmaba entonces (hace casi 45 años) que “un partido político que se concreta a realizar el inventario de los problemas, que trata de capitalizar las naturales inconformidades parciales y que no presenta un proyecto de gobierno, que no brinda soluciones a los problemas, que se conforma con unos cuantos sobados latiguillos, ni es una opción para el electorado ni podrá serlo, en tanto siga siendo lo que es, en tanto siga en las mismas actitudes y en tanto emplee los mismos procedimientos…”.
Infortunadamente para la democracia mexicana, las expectativas de mejores condiciones para cada uno de los habitantes de esta tierra de increíbles tradiciones y asombrosas riquezas culturales, se ha ido al traste desde hace décadas y, lo peor, la aseveración no aplica únicamente para su organización política.
Todos los partidos, en mayor o menor medida, son un asco. Son pocilgas cuyas dirigencias rebozan entre riquezas injustificables y cuestionamientos sin respuesta en torno a temas como prostitución, tráfico de influencias, robo, abuso, malversación de fondos, operaciones con recursos de procedencia ilícita y mucho, mucho más.
Lo peor no es eso, sino que su “trabajo” depende directamente de nuestros bolsillos. Solo en este 2016, se destinaron 4 mil millones de pesos de recursos públicos para mantener a esas rémoras.
No me mal entienda.
Estoy absolutamente de acuerdo en la necesidad de contar con opciones para fortalecer la “democracia” mexicana, no importa si son inútiles verdes, oscuros perredistas, mentirosos priistas, ridículos panistas o nefastos morenistas. Mi pleito es simple: no encuentro justificación alguna para que su bolsillo y el mío sean quienes los sustenten y mantengan a flote. Mucho menos cuando los “representantes populares”, gobernantes y estadistas internacionalmente reconocidos surgidos de sus filas huelen, apestan, a chiquero.
Que haya partidos, sí, pero que existan sin nuestro dinero. ¿Podrían?, ¿Podrán?00
En fin.
Don Jesús Reyes Heroles no solo se transformó en ideólogo, también fue un visionario, aunque, desafortunadamente, desde la década de los 70’s en el siglo pasado, ni su partido ni sus opositores han podido con el paquete:
¿Y qué debe ser el acuerdo en lo fundamental en México? En los momentos que vivimos las fuerzas revolucionarias de México, consolidados ciertos avances, seguras de su apoyo popular, están empeñadas en lograr la convivencia pacífica de todos los mexicanos, están empeñadas en lograr que las ideas se ventilen libremente, que cada hombre piense lo que quiera y diga lo que piense, que se aireen los problemas, que se discutan sin cortapisas, que sean las mayorías las que decidan el destino nacional, que cada vez el pueblo participe en mayor proporción en las decisiones políticas…”.
Qué pena, qué asco y qué vergüenza…