Cuando Luis Vicente de Aguinaga (Guadalajara, Jalisco, 1971) recibió el Premio Internacional de Poesía Ramón López Velarde 2021, el viernes 3 de diciembre del año pasado, recordó a sus amigos poetas y unas palabras que tras ardua pesquisa resultaron provenir de Matsuo Basho a través de un ensayo de Octavio Paz. El autor de Desviación vertical disociada, título del libro premiado, las recuerda como parte de un poema que le escuchó a Fernando Ruiz Granados (Ciudad de México, 1958) en 1990, durante su primera visita a la ciudad de Zacatecas: “No sigo el camino /de los antiguos/ Busco lo que ellos buscaron”.
El texto leído por Aguinaga apareció publicado en la Gaceta U de G el 14 de diciembre. Ahí dice que aquella pesquisa lo acercó a la crítica literaria, “hermana gemela” de la creación, pues también forma parte de la creatividad por la palabra. Lo último no lo dice Aguinaga; está implícito en la cultura poética moderna en nuestra lengua, bajo la conocida expresión de “la tradición de la ruptura”. Crítica y creación imbricadas una en otra, de manera que no se puede ejercer un criterio sin generar algo nuevo, ni se producen novedades cuando no se toma cierta distancia de lo existente.
Además de darle a las palabras usos inusuales, la poesía moderna sostiene una postura crítica con respecto a la poesía en particular y la cultura contemporánea en general; nace preñada de ideas poéticas. Y también filosóficas, religiosas, políticas. Pero para llevar sus borradores a la condición de poemas, el poeta se convierte en su primer lector y borra, tacha y reescribe hasta obtener lo que busca.
T. S. Eliot (1888-1965) no sabía qué buscaba hasta que lo escribía. No se puede encontrar algo que todavía no existe. Y aun entonces debía considerar si sus hallazgos valían la pena, usando su criterio o el de otros. Puso The Waste Land en manos de su amigo Ezra Pound (1885-1972), quien suprimió buena parte del mamotreto original y dejó el que en broma algunos consideran su mejor poema. Después, cuando llegó el momento de convertir el poema en libro, el editor pidió más páginas y Eliot añadió las notas, que para algunos constituyen la parte más interesante del texto.
En nuestro idioma conocemos las revisiones que Octavio Paz (1914-1998) hizo de sus poemas publicados, contra ciertas opiniones que condenaban esos cambios, tal vez apegadas a un tabú así delatado. Pero al autor de Libertad bajo palabra y Los hijos del limo lo movía una pasión crítica que lo llevó por su propia ruta, apartándolo de los partidos políticos de izquierda primero y de colaborar con el gobierno mexicano después, en ejercicio y defensa del pensamiento independiente.
También sabemos que los comunistas censuraron las obras de José Revueltas (1914-1976), otro autor crítico que mantuvo relaciones tensas con las autoridades del partido, en el que sí le interesaba participar. Retiró de circulación su novela Los días terrenales y suspendió la representación teatral de El cuadrante de la soledad. El comunismo ha perdido la fuerza que tuvo en el siglo pasado, pero la prosa de Revueltas adquiere mayor vigencia con el tiempo, pese o gracias a su firme militancia.
Paz y Revueltas desarrollaron posturas críticas en sus respectivas obras de creación y ensayística, pero con signo diferente: el de la independencia y el de la militancia política. Y las obras de ambos tuvieron lecturas sesgadas por consideraciones extraliterarias, lo cual resultaba inevitable en el ambiente de intensa politización en las letras y el arte de mediados del siglo, correlato de la Guerra Fría en lo internacional y de la fundación de nuevos partidos políticos e instituciones culturales en lo nacional. Ambos animaron ese ambiente, muy jóvenes aún, desde sus propias trincheras. Paz renunció al Servicio Exterior Mexicano en 1968, en protesta contra la represión del movimiento estudiantil; a Revueltas lo expulsaron varias veces del Partido Comunista por desacuerdos con la dirigencia y sus directrices.
Se podrá estar de acuerdo o no con el narrador y el poeta, pero no dejar de reconocer la importancia de sus ideas ni la de su función crítica en la cultura contemporánea. Menos en nuestros días, nublados de intolerancia a la libertad de pensamiento, inflación y crecimiento económico estancado.
La propuesta de eliminar de los libros de texto términos considerados “neoliberales” lleva dicha intolerancia a extremos ridículos, más porque viene de la Secretaría de Educación, atentando contra libertades fundamentales. Pero una fiebre religiosa enardece a los seguidores del ogro que se siente el filántropo que se ha devorado.
Hermana gemela o brazo secular de la creación, la crítica puede adoptar formas artísticas o proceder con eficiencia de filo, pero no desaparece. Los antiguos lo sabían y fundaron tradiciones para vivir en paz. Busquemos pues lo mismo por nuestra propia ruta.