En estos tiempos pandémicos la Literatura está más reñida que nunca con lo editorial. La Literatura siempre es pura, sacar lo que uno tiene en las entrañas purifica, las pausas literarias son también pausas espirituales, cuando el literato escribe para él, está llevando a cabo un acto de reflexión, un tipo de meditación, el arte de escribir libera endorfinas y elimina toxinas.
Lo editorial ya es otra cosa. Lo editorial pretende lucrarse. Lo editorial, hoy día, examina al autor y lo confina en la categoría correspondiente. Lo editorial contempla siete escalones. Lo editorial no publica textos. Lo editorial publica autores. Lo editorial tiene tragaderas hechas a medida. Lo editorial corrompe lo literario.
En el primer escalón sueñan los autores que no son autores, o sea, aquellos que no han publicado o han publicado de manera inconveniente. En el segundo escalón sufren los autores ya instituidos que han publicado poco y con una editorial modesta. En el tercer escalón pelean los que ya han conseguido algún premio menor y tienen bastante obra publicada con editoriales modestas. En el cuarto escalón descansan, resignados, los que aun habiendo ganado algún premio mayor y habiendo publicado con editoriales grandes, no consiguen vender lo suficiente. En el quinto escalón se regodean los consagrados que venden lo suficiente. En el sexto escalón se cuentan batallitas los superventas nacionales. Y en el séptimo escalón rumian Dios sabe qué los superventas internacionales.
Lo editorial explora y puja. Los del quinto, sexto y séptimo escalón publican con quien quieren lo que quieren y de la forma que quieren. Los del cuarto escalón publican con algún honor en editoriales medianas o con el honor justo en alguna gran editorial que vigilará de cerca su cuenta de resultados. El tercer escalón lo conozco bien, es el escalón de los que aspiran a saltarse el cuarto, los del tercer escalón miran hacia arriba y quieren llegar al quinto sin rozar el cuarto. Los del segundo escalón saben que a lo editorial no le interesan los segundones. Los del primer escalón no saben nada, algunos aún son puros, algunos aún viven en lo literario, si supieran cómo son los dientes de lo editorial, se quedarían en su paraíso inédito.
Para lo editorial el texto siempre es secundario. Lo que cuenta es la firma. La marca del autor. La marca es lo que vende. Tanto vendes, tanto vales. El buen lector escasea. El buen lector no interesa. Es minoría. El que interesa es el malo, el mediocre, ese es el lector que busca lo editorial. El texto, pues, es secundario, y mejor que no sea demasiado sutil, ya que el lector medio-mediocre no entiende de sutilezas.
Aquello de pulir las obras ya pasó de moda. Hoy se publica deprisa y mal. Se gana poco, no están los tiempos para ir perdiendo el tiempo puliendo lo que casi nadie apreciará. Lo editorial piensa que el lector no se entera de nada. Lo editorial, de tanto pensar en ese lector que no se entera de nada, ha empezado, lo editorial, a no enterarse de nada o a no querer enterarse, aunque la verdad es que no querer enterarse es también no enterarse.
Suerte que lo editorial cuenta con las obligadas excepciones.
¿Qué sería de este mundo sin las excepciones?
Benditas excepciones.