El proceso electoral en el Estado de México no fue un ejercicio ejemplar. Los números, las cifras de las instituciones públicas que dicen ser autónomas y ajenas a cualquier tipo de control (pero con el beneplácito de autoridades políticas de diversos tamaños y formas relacionadas con el tricolor, su dirigencia y sus más importantes “cuadros”), efectivamente dieron el triunfo a un candidato gris que nunca pudo encender la cromática de su revolucionario e institucional corazoncito. Aunque eso no significa necesariamente que haya ganado.
Me explico.
Hay que partir del hecho de que el inexistente Grupo Atlacomulco se mantendrá un sexenio más al frente de la que es quizá la entidad más importante del país, en términos económicos y políticos, y la lectura sobre el supuesto triunfo avalado por la “autoridad” electoral no puede ser tan simple o sencilla: desde el Estado de México, cuna de la clase que detenta el poder, se tomó la decisión a propósito precisamente de mantenerlo. ¿Lo lograron?
El recién estrenado gobernador tiene varios retos por delante y ninguno es sencillo.
Primero, tiene la nada fácil tarea de congratularse con la prensa. A menos de 24 horas de llegar a su nueva chamba, su gente tuvo la grandiosa idea de impedir el ingreso de los periodistas a la mal llamada sala del Pueblo en Palacio de Gobierno sin mediar argumentos para tal decisión. Por primera vez en varias décadas, los colegas mexiquenses estaban impedidos para acercarse al sitio en el que la recién encumbrada clase política paseaba sus reales para disfrutar del inicio de su reino, sin el acoso de grabadoras, cámaras y preguntas incómodas. No contentos con ello y quizá en un afán de quedar bien con los nuevos jefes, elementos de Seguridad Pública se ocuparon de maltratar, golpear e insultar a un colega.
La agresión a nuestro amigo Francisco Cruz Velázquez no puede quedar en un “usted perdone” y habrá que esperar la reacción de su majestad ante tal afrenta y, lo peor, a ver cómo va a justificarse o a los suyos por una decisión tan aventurada como estúpida. El oficio político no se adquiere con aplausos y porras de “las bases” y la democracia no necesita un ejemplar con esas características. Alguien tuvo que haberle explicado.
Don Alfredo del Mazo debe saber que los favores se pagan y las deudas políticas generan mucho más presión. Por eso hoy él es el responsable de garantizar una votación más o menos cómoda para quien resulte el candidato de su partido a la presidencia que hoy todavía ocupa peña nieto, le guste o no. El problema es si los verdaderos patrones en el partido, no su primo, deciden que tal mérito recaerá en una persona ajena a la realidad mexiquense, entonces el gobernador de tercera generación (¡tercera generación!) tendrá que hacer circo, maroma y teatro para convencer a alguien sobre las bondades de un ente ajeno al estado que ha enriquecido a tantos y tan pocos desde siempre.
Ya pueden ir descontando a los hidalguenses. Miguel Ángel Osorio Chong no será el candidato del partidazo con todo y sus incontables horas a cuadro en televisión y sus discursos de funcionario comprometido y ello se debe a una razón tan simple como sencilla: no cuenta con el apoyo de ese grupo que no existe y nunca ha existido al interior del partidazo. En Toluca y sus alrededores es sabido que las sonrisas del Grupo Atlacomulco no son para cualquiera.
Por si fuera poco, hay un pantano que amenaza con desbordarse y enlodar todo a su paso, desde un remoto pasado en Banobras hasta un cuestionado presente en la Universidad Autónoma del Estado de México. El cochinero en el que están involucrados él, la señora esa que despacha en la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) y otros tantos no ha sido aclarado. Solo han salido a decir que no es cierto, que es mentira, que si les vienen a contar cositas malas de ellos manden a todos a volar porque ellos no fueron, aseguran que no fueron…
Lo cierto, sin duda, es que el fuego amigo se ha encendido y vientos del norte podrían avivar las llamas de la hoguera en el bosque de la revancha.
Es verdad: en la gran mayoría hay descontento, pero todos tienen cubiertos en las manos y platos vacíos en espera del platillo principal.
¿Lo dudan?
Al tiempo…