Parte 1: https://revistaliterariamonolito.com/la-vida-privada/
La información transforma la realidad; el cómo vemos las cosas les da forma “… se dedican a apedrear a Teresa con sus habladurías. A propósito, el otro día cayó sobre nosotros una verdadera piedra” (p.60).
El dicho popular dice que la telefonía acerco a los que estaban lejos y alejo a los que tenemos cerca. La moral actual descansa en internet. Una moral inquisitiva. Condena la violencia violentando a cualquiera que incomode; aniquila la autocrítica y critica el cuestionamiento reflexivo. La telecomunicación nos aleja de la realidad, de nosotros mismos “… a partir de la representación Teresa dejo de ser mi mujer, para convertirse en ese ser extraño y maravilloso que habita en mi casa y que se halla tan lejos como las propias estrellas” (p. 60).
Somos actores de lo que hemos dicho que somos. El mundo de internet se convierte en el mundo. Buscando la novedad en la red, nos perdemos en el error que padece esta generación: personas prefabricadas “Teresa no ha descendido de la escena, y pienso que nunca volverá a la realidad” (p. 61).
“… Por eso el amor, cuando llega a su perfección, se convierte en un espectáculo” (p.61). Lo íntimo, lo personal, ya no puede permanecer en nosotros. No queremos sentirlo, mucho menos pensarlo, sacarlo de nosotros y que le pertenezca a nosotros nos permite reconocerlos.
¿Qué decisión tomar? El comentario de la gente lo decidirá. Hace tiempo leí que el éxito de las redes sociales era que a diferencia de cualquier empresa, que elabora un producto para que este sea consumido por el cliente, ellas no elaborar ninguno; su éxito radica en que el cliente y el producto son el mismo; la gente las alimenta, pagamos por consumirnos a nosotros mismos “lentamente he tomado mi vida privada y la he puesto sobre el mostrador, como cuando cojo una muestra de piedra y la extiendo para el detenido examen de los clientes” (p. 64)
“Todo se ha acabado tal vez entre nosotros, sí, Teresa, pero el telón acaba de caer y es preciso llevar las cosas adelante a cualquier precio. Sé que la vida te ha puesto en una penosa circunstancia. Te sientes tal vez como una actriz abandonada al público en un escenario sin puertas. Ya no hay versos que decir y no puedes escuchas a ningún apuntador. Sin embargo, la sociedad espera, se impacienta y se dedica a inventar historias que van en contra de tu virtud. He aquí, Teresa, una buena ocasión para que te pongas a improvisar” (p. 66).
La vida privada es un espectáculo. Las metas y maneras de esta vida nos son impuestas; entregar nuestra vida a los planes que otros tiene para ella nos puede dejar con la más terrible sensación de incertidumbre, de vacío; al monstruoso temor que la tecnología ha traído consigo: el temor a tomar decisiones.
Harán un par de días que intentaba una lectura del cuento “La vida privada” de Juan José Arreola. Una idea se quedó conmigo: la responsabilidad que nos impone la sociedad. Recordé su cuento “Una reputación” y ahora la idea no me abandona. Por si quedaba alguna duda, ayer por la tarde la frase de un libro que no podré superar —la herida fue profunda—, se me atravesó en mitad de una línea; en la misma línea de pensamiento en que aquella ya estaba fundada: “Para ser verdaderos es preciso que seamos tal y como nos imaginan los desconocidos”. Salvador Elizondo, Farabeuf, El Colegio Nacional, 2015, p.46.