Lo primero que vi al abrir La vida de las estrellas, fue la dedicatoria. A Constantino Bértolo. La misma dedicatoria que yo escribí para 2222. Iba a leer, pues, a una autora del Club Bértolo. Eso me dije.
Noelia Pena ha escrito una historia que va creciendo. La primera parte es una mitad que la segunda completa. La tercera parte es corta, menos de diez páginas, y me pareció prescindible.
He disfrutado más que mucho con la técnica de la autora, con sus inventos literarios, con esa forma suya de contar las cosas, con su estudiada espontaneidad.
Porque la novela está escrita con una naturalidad especial. Es como si Noelia hubiera estado pensando mucho en cómo contar esta historia para al final terminar contándola sin pensar demasiado.
Este tipo de genialidades es lo que busco en mis lecturas. Más que la historia que me cuentan, me interesa la voz, el tono, la atmósfera, el ritmo, la musicalidad, el ingenio y la originalidad.
Y La vida de las estrellas tiene todo eso y mucho más. Un mucho más que se llama densidad. La densidad de las historias que pesan. Que te llegan. Que se te quedan dentro cuando cierras el libro.
Me apetece comparar esta Vida de las estrellas con un río invertido. Imaginad un río que nace en el estuario y muere en las cumbres. Subid a vuestra barca personal y recorredlo mentalmente.
Empezaríais navegando por aguas tranquilas. Luego aumentaría la corriente. Y llegaríais a los rápidos. Allí ya intuiríais la ubicación del nacimiento. Un nacimiento que es también desembocadura.
Literariamente es lo mismo. Noelia empieza con suavidad, narrando en tercera persona, con neutralidad, manteniendo las distancias. Y luego se muestra incisiva, profunda, sutilmente corrosiva.
La vida de las estrellas tiene el toque de lo especial, de lo extraordinario, de eso que rara vez se encuentra. Cuando lea El agua que falta, ópera prima de la autora, sabré si ahí se fraguó su personal estilo.
No voy a transcribir ningún fragmento. No voy a decir de qué va la historia. Acabo de tocar la cubierta del libro. Es suave. Como lo que contiene. Femenino. Reflexivo. Emotivo. Así es.
Noelia Pena ha escrito un libro que se completa a sí mismo. Con una primera parte que crece y crece mientras lees la segunda. La vida de las estrellas sabe a fragilidad, persistencia y determinación.
Una novela innovadora, exquisita, brillante.