Aunque las estrategias editoriales rescatan de tanto en tanto viejos títulos, la triste realidad es que la mayoría de los libros terminan desapareciendo del mercado. Desapareciendo en cursiva porque siempre nos quedará el mercado de libros usados. Siempre en cursiva porque tal como están las cosas no le veo mucho futuro a ese siempre nuestro que tantas alegrías nos diera.
Si lo editorial fuera más literario, publicaría menos y rescataría más. Publicar por publicar solo sirve para ganar dinero. Si lo editorial fuera absolutamente literario, algunos títulos estarían siempre disponibles y se publicaría lo justo y bien.
Pero como lo editorial tiene poco ―poquísimo― de literario, nos encontramos en una situación que nos permite adquirir muchísimos libros recientes & mediocres al tiempo que nos impide hacernos con un ejemplar de, por ejemplo, Rosaura a las diez, El graduado o La visita.
Desde un punto de vista editorial, este escenario es el que tiene que ser, publicamos para ganar y se gana con lo nuevo y con algún viejo título que ya nos encargaremos nosotros de rescatar, promocionar y sacralizar.
Desde un punto de vista literario, este escenario es un despropósito.
Tenía que mencionar tres libros, por aquello de la foto, que casi siempre es un tríptico o algo parecido, y he escogido tres que leí en mis más tiernos años literarios. Los tres dejaron huella en mí, y los recomiendo, pues pueden conseguirse en el mercado de segunda mano.
Resulta chocante que las tres novelas mencionadas estén descatalogadas. Y son solo la punta de un iceberg enorme. Mientras que sí están disponibles cientos de miles de títulos sin ningún valor. Tal vez el nivel está bajando, y ahora me acuerdo de Machado por aquello de que «Cuando todo baja, qué difícil es no bajar también».
Como tengo una microlibrería, hablo todos los días con clientes que podrían ser lectores y que casi nunca lo son, y si lo son, lo son de histórica o criminal, o sea, que van a la moda, o sea, que consumen lo que el mercado quiere que consuman, y con una coyuntura así a modo de alfombra, los tres títulos de los que hoy hablamos, sobran.
Rosaura a las diez (1955) fue la primera novela de Marco Denevi. Se tradujo a varios idiomas y se adaptó para teatro, cine y televisión. El graduado (1963) es mi libro más querido. Lo habré leído unas mil veces. Lo tiene todo, ritmo, ingenio y espontaneidad. La visita (1965), aparte de subyugarme, me dejó intrigado. ¿Era verdad todo lo que contaba este hombre? Me hice con su número de teléfono, le llamé y mantuvimos una larga charla. Respondió a todas mis preguntas, y luego me pidió que no revelara nada.
Marco Denevi, Charles Webb y Ramón Folch i Camarasa. Tres amigos. Tres genios. Hoy les rindo homenaje. Aunque lo editorial se olvide de ellos, lo literario siempre los tendrá presentes. La muerte del libro es un hecho, claro, eso es innegable, pero siempre nos quedará el mercado de segunda mano.