Madurar es de humanos. Cada quien lo hace a su manera y a su tiempo, y depende del contexto en el que se encuentren, sus valores y sus principios, pero tarde o temprano lo terminan haciendo.
La vida los pone en situaciones que los harán demostrar de qué están hechos y el cómo los resuelvan, los definirá como personas maduras.
Puede pasar a cualquier edad, pero la gran mayoría de las veces sucede en la transición de la adolescencia y juventud.
En el mundo del cine, este tema tiene su propio género: películas coming-of-age. Su tema central es dar respuesta a la pregunta de “¿Quién soy yo?”.
Este género tuvo sus años dorados en los 80, cuando el ya fallecido director, escritor y productor John Hughes trajo a la vida a muchas historias que narraban algunos de los problemas que los jóvenes y adolescentes tenían que lidiar día con día para terminar madurando de cierta forma.
Por ejemplo, una de sus más queridas y recordadas es The Breakfast Club (1985), en donde la trama gira alrededor de cinco chicos de preparatoria que aparentemente no tienen nada en común que terminan compartiendo un sábado en la escuela castigados. Hughes muestra cinco estereotipos completamente diferentes de adolescentes para llegar a la conclusión de al final todos se entienden los unos a los otros acerca de lo que en verdad les molesta y les motiva en la vida.
O en Sixteen Candles (1984) retrata el cumpleaños número 16 de una chica el cual fue olvidado por toda su familia porque su hermana mayor se casaba al día siguiente. La única consolación que tiene son los amigos que la rodean y el amor platónico que puede hacerse realidad.
John Hughes nunca fue nominado a ningún premio de la Academia ni nada por el estilo, y aún así, cuando murió, fue homenajeado en la entrega de los Oscar en 2010, pues él les dio voz e importancia a toda una generación que lo necesitaba y, hasta el día de hoy, sus películas siguen estando vigentes y la gente se sigue identificando con sus personajes.
En la actualidad, cada vez hay menos películas coming-of-age como solían serlo. Muchos críticos afirman que el género ha muerto y otros dicen que solamente ha evolucionado a uno nuevo: una mezcla de este con fantasía o ciencia ficción, dando como resultado películas como las sagas de Harry Potter o The Hunger Games, en donde los protagonistas (todos en plena adolescencia o juventud) se presentan ante situaciones que los harán crecer como personas, pero por medio se encuentran elementos mágicos o fantásticos que hacen que la trama central sea realmente ésa y no el mero proceso de maduración del personaje.
En una publicación de The Princeton Buffer del 2014 sobre el porvenir de este género, tres estudiantes mencionan que, hoy en día, usan el género coming-of-age como herramienta para enmascarar la trama de una extraña naturaleza y así lo relacionan con la vida real.
Pero claro está que se siguen haciendo películas del género a la vieja escuela, tal vez en menor cantidad que antes y con mucho menos impacto económico, pero las hay.
Una de las más recientes y no tan sonadas es The Only Living Boy in New York (2017) de Marc Webb, mismo que dirigió películas como 500 of Summer (2009) y Gifted (2017).
La película narra la historia de Thomas (Callum Turner) un chico de una acaudalada familia de Nueva York al que lo más interesante que le pasa en su vida últimamente es hacerse amigo de su extraño y viejo vecino, y el hecho de que está enamorado de su mejor amiga, pero no es correspondido.
La vida de Thomas necesita un giro, pues él se siente estancado y no sabe hacia dónde dirigirse exactamente.
Es ahí cuando descubre que su padre está teniendo un amorío a espaldas de su madre.
Preocupado por ella y la reacción que ésta pueda tener si se llegara a enterar, pues sufre de bipolaridad, decide empezar a seguir a Johanna, la otra mujer, para detenerla antes de que su madre sufra las consecuencias. Lo que no tiene contemplado es en qué hará cuando esta mujer sea en lo único en lo que piense y cuando los consejos de su vecino hagan replantearse todo el asunto desde otra perspectiva.
Valores como los de la familia, la lealtad, el amor y la amistad son los que destacan en la historia que, cuando parecía un tanto predecible, el espectador puede acabar llevándose un par de sorpresas a lo largo de ésta.
El título de esta película es tomado de una canción de Simon & Garfunkel, que, obviamente, forma parte de su soundtrack junto con otros artistas de la misma época como Lou Reed y Bob Dylan. Todo esto con una intención de darle a la película un toque más ad hoc a lo que se buscaba: mostrar el lado de la ciudad menos turística y que siguiera conservando aires más vintage.
¿Cómo seguirán evolucionando este tipo de películas? Aunque no debería de haber problema alguno en cuanto a la mezcla de géneros, porque en gustos no hay quien tenga la razón absoluta, el crear historias cada vez más apegada a la realidad hace que el espectador se pueda sentir más identificado con la trama y sus personajes.