El tema y la posición resultarán –seguro- escabrosos, pero así es y así se siente.
Usted y yo, como algunos millones de personas más en este país de buenas intenciones y penosas realidades, debemos despertar cada día y organizar eso que llaman “tiempo libre” para solucionar esos pequeños pendientes cotidianos: preparar alimentos, lavar ropa, llevar a los chavales a la escuela, conseguir dinerito para pagar la educación gratuita que presume la bola de inútiles desde sus escritorios en secretarías y oficinas públicas, andar a las vivas para evitar ser víctimas del cada vez más creciente club de los amigos de lo ajeno y un triste, lamentable, penoso y odioso etcétera.
Usted y yo debemos arreglárnoslas cada día para comer. Tenemos la obligación de trabajar para obtener un ingreso que nos permita contar con un plato de frijoles y tortillas en la mesa. Y eso no es todo: hay que chingarnos buscando la mejor forma de llegar al trabajo; la oportunidad para aprovechar la barata o el descuento; rezar a cuanto santo se nos ocurra para atravesar las dos cuadras que separan nuestro hogar de nuestra vida y, lo peor, fumarnos a una sarta de abusivos, gandallas y mentirosos asegurando que todo en este país está bien y que se está trabajando y que todos los que han fallado caerán y que son la mejor opción y no sé cuántas estupideces más.
Usted y yo, con nuestro esfuerzo cotidiano, nuestro compromiso laboral y, especialmente, nuestra necesidad, tenemos que salir cada día a enfrentar la posibilidad de morir.
Así de crudo y así de cierto es este país.
¿Es usted de esos acérrimos defensores de los políticos?, ¿es miembro de esa extraña clase de personajes que defiende a capa y espada al director(a), secretario(a), o representante gubernamental?, ¿pertenece usted al grupo que aplaude al actual inquilino de los Pinos sin importarle el tamaño de la ignorancia y la burla?, ¿es usted de esos que dicen que estaríamos mejor con López Obrador?, ¿pertenece al grupo que critica al gobernador en turno pero hace lo imposible por tomarse una fotografía con él?
Permítame la burla, perdone el vómito y disculpe el asco, pero los políticos no son precisamente lo mejor que le ha pasado a nuestro lastimado país, aunque ese tipo de delincuencia será tema de alguna entrega posterior.
¿Cómo se siente al saber que el violador, el asesino, el ladrón, el maldito animal que entró a su casa y golpeó a sus seres queridos come tres veces al día y cuenta con la seguridad del Estado en un lugar apartado del mal?, ¿qué se siente saber que ese sujeto, el que rasgó la vestimenta y la integridad de su hija, duerme plácidamente y bajo cubierta, sin preocupaciones?, ¿cómo se siente usted a las 4 de la tarde de un miércoles sin empleo y con hambre al enterarse de que el otro, el rata, el violín, el abusador, ya tuvo sus sagrados alimentos?, ¿a qué sabe la tristeza de la víctima y la realidad de un sistema de justicia que le culpa, le desprecia y le obliga a comprobar su verdad o la mentira?, ¿a qué saben las lágrimas de sus hijos cuando le cuentan que otra vez les asaltaron en el transporte público?
Ese es México. Así es nuestro país. Eso han hecho. ¿Ejemplos? Vea usted las noticias cualquier día. Siempre hay algo.
En nuestro territorio de leyes y compromisos y verdades a medias, usted víctima es más culpable que el otro, el que derramó la sangre, el que se burló de la justicia, el que hizo de usted la piltrafa y del país y sus justicieros un chiste. Ese está a buen resguardo en alguna de esas escuelas del crimen en las que los funcionarios creen que preparan a los delincuentes para reinsertarse a la sociedad, comiendo diario sin mayor esfuerzo y gozando de todas las garantías gracias a una horda de llamados defensores de derechos humanos.
No sé usted, pero a mí me parece que el sistema de justicia, el nuevo y el viejo, son una burla y nos ha quedado a deber… y mucho.