La experiencia me ha enseñado que los peores hijos de puta son los que no tienen aspecto de serlo.
-Ensayo sobre la ceguera, José Saramago.
No soy muy fan de zambullirme en la profundidad de las redes sociales, pero una cosa si me impacta de gran sobremanera: estamos rodeados de anónimos pedantes. Gente que se cree superior o digna de criticar la interpretación de otros sobre las realidades que los rodean. Hombres “libres” de lanzar una pedrada llena de palabras lastimeras, dardos llenos de sus más profundos miedos y rechazos, que se transforman en un teclear interminable en contra de las personas que son contrarios a sus ideas.
Fariseos de lo políticamente correcto, sepulcros blanqueados, necesitados de la reivindicación de la mayoría. Se han luchado muchas batallas para que los espíritus antiguos de la intolerancia se puedan ir borrando de nuestras comunidades, pero al parecer, es una semilla muy arraigada, anclada en nuestros espíritus combativos. Ahora, con el anonimato que internet nos permite, las máscaras que se guardaban dentro de nuestros corazones salen a la luz; de la abundancia del corazón habla la boca decía Cristo. Todo aquello que era reprimido sale a la luz de un monitor.
Miles de anónimos resentidos, porque en el ámbito “real” no son respetadas sus opiniones emotivistas creando miles o millones de publicaciones y comentarios. Cada uno pensando que su interpretación personal es la más cercana a la verdad.
Estos emotivistas confunden moral con verdad, ética con realidad, emoción con veracidad. Muchos alineados con lo políticamente correcto, este que nace como consecuencia de la decadencia del espíritu crítico de la identidad colectiva, ya sea esta social, nacional, religiosa o étnica. Imposible es una definición total puesto que carece de un verdadero contenido o de profundidad.
Su fundamento básico es «todo vale mientras la mayoría este de acuerdo». En él encontramos restos de un cristianismo repudiado, de un socialismo reivindicativo, de un economicismo marxista, y de un freudismo en permanente rebelión contra la moral del yo.
Lo políticamente correcto es una forma de negación de lo político, subraya que la lucha de clases ha quedado como desfasada y que por tanto hay que abandonar las viejas divisiones ideológicas (izquierda y derecha).
Estos fenómenos provocan un vacío ideológico, que condiciona al individuo a un espacio individualista. Crea sujetos prototípicos, encargados de reproducir la lógica actual y castrados de un pensamiento más profundo. Decía Umberto Eco: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”.
Y no hablo así porque me ofendan las cosas que ellos me dicen, he aprendido que el mundo real y el mundo virtual, que aunque se pretende, todavía no llegan a una alineación total. Por lo tanto, todavía es posible vivir en mundo separados. Las comunidades virtuales todavía no pueden sustituir a las comunidades reales.
Estas dos comunidades, aunque por principios son un conjuntos de seres que intercambian opiniones y experiencias, la realidad es como si estuvieran en dos universos alternos, un multiverso.
Las experiencias y sentimientos son disparados de una forma exponencial en este mundo virtual, nos encontramos con individuos frustrados y llenos de ceguera social. Donde la imposición de ideas se ve como una conquista sobre los demás individuos. Más en su realidad, son humanos llenos ideas contrariadas y sin llegar a ningún valor real y físico. No importando para esto su nivel social, académico o económico; cualquiera, incluso nosotros podemos llegar a ser un idiota más en esta realidad.