Cuando era niña, escuchaba hablar del Teatro del Pueblo y me quedaba con ganas de ir. Yo también soy del pueblo, ¿no? Después me explicaron que era otra forma de decirle a los eventos programados en el Palenque: iniciando con apuestas y peleas de gallos, luego uno que otro cantante o agrupación (sobre todo grupera, norteña, de banda) y cerrando con un artista principal, ya bien entrada la madrugada. Tomar, gastar y cantar. Ah, y afuera juegos mecánicos y puestos de comida.
Ese antojo se me pasó con el tiempo, porque dije “ese ambiente no es para mí”, sumado a que nunca me enteraba de la cartelera hasta que ya había pasado la Feria de Tijuana, el gran evento de dos meses posteriores al aniversario de la ciudad, a mediados de julio.
No supe cuándo, pero un día los organizadores eliminaron formalmente ese anuncio del Teatro del Pueblo, quizás para atraer a un público distinto, y la cartelera pasó a ampliarse tras la creación del Audiorama el Trompo a un costado del Palenque del Parque Morelos, unificándose entonces un calendario para todos los gustos y colores.
Por coincidencias de la vida, este 2024 me preguntaron en el trabajo si tenía oportunidad de cubrir algunas fechas de la feria como prensa; dije que sí a cuatro noches que al final se convirtieron en dos por cancelaciones de artistas.
La primera ocasión fue domingo. ¿Habrá gente en domingo? Pues sí. Atiborrado. Sobre todo por ser el concierto tan esperado de Ha*Ash, a quienes se les hizo tarde y eso repercutió en que la otra artista no llenara. Porque teóricamente ese dobleteo de artistas no impide que alguien que sea fan de la cartelera de un mismo día, alcance a asistir a ambos conciertos. Total, están casi en contraesquina. Además de la fama de que los eventos en palenque inician casi casi que en la madrugada. Como prensa, resultó que ni el show de las hermanas vi completo, pues tras una rueda de prensa breve y repentina, fueron como siete canciones y a correrle a esperar a Marisela, quien coincidentemente también salió tarde (lo cual me convino a la hora de salir del parking sin problemas ni largas filas, pero no a la Dama de Hierro, donde hubo bastantes asientos vacíos).
Una semana después, ir a ver a Espinoza Paz en sábado fue todo lo contrario: en el Audiorama, y con menos prensa (ni qué decir de que faltó gente para llenarse lugares), terminé disfrutando de 30 canciones de la Joya de Angostura, así como sus respectivos discursos que más bien volvieron su show en un monólogo musical. 10 de 10, diría yo. Mientras me retiraba nuevamente rumbo al carro, a lo lejos escuchaba a la multitud enardecida, coreando los éxitos de Julión Álvarez, quien en su segunda noche lograba nuevamente un lleno total.
Estos pocos eventos en la feria se sumaron a la observación de aquellos que recuerdan disfrutar los demás atractivos del espacio: una cama elástica, la infaltable rueda de la fortuna, tiro al blanco, antojitos mexicanos, una montaña rusa a lo lejos, un puesto de gorditas… hasta kitty chelas venden ya.
Y sí, la experiencia de la feria ha aumentado bastante en precio, al punto que no todas las familias tijuanenses pueden permitirse invertir tanto en su entretenimiento; pero aun así, el espacio y la cartelera generan una emoción tal, que muchas personas simplemente pagan su entrada, se pasean un ratito, quizás se detengan afuera de cualquiera de los dos escenarios para escuchar a su artista de lejos, y luego aprovechará la vendimia que se pone afuera del recinto oficial (a precios más módicos), antes de devolverse en carro, uber o alguno que otro taxi que alcance a pasar a esas horas.
Es innegable que estas primeras experiencias las disfruté, aunque no sean la norma en comparación a quienes no asisten como prensa; tampoco puedo negar que a la feria le falta mucha inversión en diversificar juegos y puestos, ni qué decir de los baños, tomando en cuento la derrama económica que deja. Que realmente sea la calidad que el pueblo merece.
Al finalizar septiembre, las puertas de la feria se cierran, a la espera de un nuevo año en que más personas continúen recordándola y asistiendo. Veremos si en 2025 vuelvo a coincidir y me encuentre con una Feria de Tijuana que se vaya superando a sí misma.