La campechana mental es la corriente a seguir cuando se busca gravitar en un mundo de dos colores. La buena onda, el cotorreo, el relajo, perdónenme Jorge Portillla y José Agustín, no es otra cosa que navegar a la deriva, un momento en el que la crítica debería ser un ejercicio cotidiano.
La buena onda se ha apañado de todos y ahora hay un ejército de amigos cariñosos dispuestos siempre a apoyar todas las causas, eso sí, sin conocer nada más allá del primer discurso. La buena onda es más fácil de observar en ese mundo en el que bien podemos no ser quienes somos, sino cómo queremos ser vistos. En definitiva, ser buena onda es más fácil si tienes redes sociales.
Hace unas semanas se juntaron algunos escritores a cotorrear las respuestas que Heriberto Yépez formuló para la revista Terraplén. Ahí, nuestros ilustres escritores se dieron gusto banalizando las ideas del escritor tijuanense. Los comentarios dieron muestra de que nuestros astros (poetas y prosaicos) son antes que nada buena onda, demasiado buena onda como para tomar en cuenta las críticas de Heriberto Yépez, demasiado buena onda como para leer, valorar y escanciar el texto.
Yépez criticaba la relación, escritores-estado, a partir de la polémica antología Los veinte más. Si bien la postura de Yépez es bastante radical, no es desatinada. Sería interesante hacer una investigación a fondo de esta relación que en México parece gestarse desde la formación misma del estado.
Adenda: Es curioso que a los escritores, más preocupados por las apariencias que por la reflexión, les cause ñañaras asumirse como escritores del estado. No nos quedará más que recurrir a la santería o algo parecido para preguntarle a Altamirano o a Torres Bodet qué opinan al respecto, porque ni Luis ni Felipe ni Julián se animaron a entrarle a la discusión.