Llevo ya bastante tiempo sumergido en la relectura. Pasé buena parte de este año releyendo a Juan Rulfo, Yukio Mishima, Nicanor Parra y Alessandro Baricco. Ahora y desde no hace mucho he estado releyendo, más o menos por casualidad, a Luis de Lión. Cuando se habla de Rulfo siempre es necesario abordar el aspecto técnico del tiempo; hablar de la narrativa de Luis de Lión implica lo mismo. Por estar en un espiral de relecturas donde el tiempo de Rulfo y el de Luis de Lión se ven superpuestos no pude evitar sumergirme en un nuevo bucle temporal.
Leer a Luis de Lión puede sentirse como leer a Juan Rulfo, pero más que eso, es la imagen de lo que Eynard Menéndez llamaría “los infiernos latinoamericanos”. Rulfo enmarcó la miseria en un contexto latinoamericano. Rulfo logró retratar al mexicano considerado ausente, sin un lugar en el tiempo. Además, Rulfo inventó una identidad del campesino mexicano en medio de las guerras cristeras. El lenguaje, el contexto y el entorno no necesariamente existen, pero se sienten verdaderos. De Lión hizo lo mismo dentro de una Guatemala violentada.
Hacer el salto de Rulfo a Luis de Lión es atrevido y difícil, más cuando se quiere concentrar una idea en no más de cinco mil caracteres. Luis de Lión es uno de los mejores escritores que ha producido Guatemala. Figura al lado de Luis Cardoza y Aragón y Miguel Ángel Asturias, nuestro premio Nobel. Tristemente, fue asesinado en el ápice de su madurez literaria el 15 de mayo de 1984. Ese día murió un gran escritor, educador y ser humano, olvidado entre la niebla de uno de los periodos más oscuros de la historia de Guatemala: el conflicto armado interno. El estado de Guatemala asumió la responsabilidad de su muerte en el 2004.
Luis de Lión dejó una vasta y completa obra literaria que figura en lo mejor de la literatura guatemalteca. Su novela El tiempo principia en Xibalbá y sus libros de cuentos Los Zopilotes y Su segunda muerte, pueden entrar en lo mejor de la literatura latinoamericana.
Si se comparan los cuentos de Los Zopilotes y de Su segunda muerte con los de El llano en llamas de Juan Rulfo, es innegable la presencia de círculos temporales. Tomando los primeros cuentos de cada libro (según las ediciones que tengo): Los Zopilotes, La busca y Macario respectivamente, se puede definir un denominador común: un viaje que recorre un círculo dentro de los “los infiernos latinoamericanos”.
En Los Zopilotes, se narra cómo un padre no puede llegar al pueblo a llamar a la partera debido al toque de queda en medio de la guerra civil en Guatemala y debido a eso la mujer muere junto con el recién nacido. A diferencia de los cuentos de El llano en llamas, que son un viaje en apariencia lineal, pero que se encuentran dentro de un círculo; los de Luis de Lión son la representación del perímetro del círculo infernal: de la realidad, no sólo guatemalteca, también latinoamericana.
La busca y Macario son dos monólogos. El primero es en la mente de un hombre que por beber leche de una cerda se vuelve loco. El personaje pierde la noción del tiempo: lo que para él fueron días resultaron ser años. Cuando regresa a su pueblo natal descubre que su madre ha muerto. La locura y la pérdida de tiempo son la representación de Guatemala: un país que vaga como un barco de papel sobre un charco de agua sucia. El loco representa al pueblo olvidado y sentenciado a la miseria. La muerte de la madre es la pérdida de un sentido, representa el punto de convergencia entre olvido y la inexistencia.
El segundo cuento transcurre en la mente de un niño que está a la espera de la oportunidad de asesinar a las ranas que tanto pesar le han causado. Desde una visión infantil y fantástica, las ranas, los pecados y el hambre son una materialización de la miseria de aquellos que el mundo ve ausentes. El acto de asesinar a las ranas no es más que la latente esperanza de los olvidados. Ambos relatos son un espiral que cae en elipses. Los sentimientos no se mantienen en un tono llano, por lo que hay partes de los monólogos en que los sentimientos se extienden a un inconsciente colectivo y ajeno a lo literario.
La literatura de Rulfo y de Luis de Lión es una literatura pura. Su narrativa es atemporal: Rulfo, por lo general, cuenta la historia de un viaje atrapado dentro de un círculo, por lo que crea un efecto de liberación para luego caer en el siguiente relato que está atrapado dentro del mismo círculo. Luis de Lión, recorre el círculo, nos muestra personajes sin principio, sin final, personajes que se recorren a ellos mismos, superando la muerte y la vida para recaer en su miseria fabricada por este “infierno latinoamericano”.
Luis de Lión y Juan Rulfo fabrican ferrotipos que inmortalizan esta miseria desperdigada sobre un infierno. Ambos crearon autenticidades, no necesariamente reales, pero sí son únicas para el mexicano, para el guatemalteco y para todo aquel que los lea.
Algún día, publicaré la segunda parte de este artículo, donde analizaré Pedro Páramo y El tiempo principia en Xibalbá.