El 16 de febrero, Irak reapareció en las noticias del mundo. El sur de Bagdad volvió a ser testigo de la detonación de un carro bomba que cobró la vida de 48 personas. Un hecho terrible. Pero lo que resulta más lamentable es que Irak ha quedado olvidado y actos ruines, como los atentados terroristas a diversa escala, son el pan de cada día.
¿Cómo se podría olvidar toda la campaña mediática que envilecía a un Sadam Hussein? A través de los televisores se nos mostraba al terrible Hussein que oprimía a su pueblo. Menos aún nos podemos olvidar de todo el discurso de un George Bush (Jr.) tratando de convencer a la comunidad internacional de que lo correcto para el mundo, ¡ajá!, era la invasión a Irak.
Pero los Estados Unidos no entendieron el “No” por respuesta. Los políticos estadounidenses aprovecharon el miedo derivado del atentado del 11 de septiembre para encausar la euforia de su población hacia el exterior. De manera unilateral iniciaron acciones militares en contra de, una ya muy debilitada, Irak.
Las noticias de última hora nos mostraron el infierno que inició el 20 de marzo de 2003, en aquél país de Oriente Medio. Gran parte de Bagdad yacía en medio de un fuego abrasador. Las enormes columnas de humo negro, producto de los incesantes bombardeos de los países occidentales, se fundían con el cielo de la noche. Los gritos de terror de los iraquíes se perdían ante las bombas que caían del cielo.
Pero no teníamos nada de qué preocuparnos, ese era el mensaje de Bush, todo este ataque era en contra de objetivos específicos; esta invasión era por el bien de la humanidad, incluyendo a los iraquíes. Todo el mundo era protegido por el omnipresente Estados Unidos; el mundo era protegido de las armas de destrucción masiva que Sadam ocultaba.
Todo fue una farsa; el mundo sabía que todo aquel acto maquiavélico por parte de los estadounidenses era por petróleo. El mundo lo supo pero no se atrevió a intervenir en pro de los iraquíes. Hubo reclamos por diferentes naciones, mientras otras tantas incursionaban con los Estados Unidos en busca de su pedazo de pastel. Nunca hubo armas, pero sí una gran cantidad de petróleo. El mundo lo sabía, y calló.
Sin embargo, tras la muerte de Sadam, Irak no tuvo esa libertad prometida por los países democráticos. No, jamás existió tal libertad. Los presidentes que sucedieron a Hussein no fueron otra cosa que títeres cuya legitimidad estaba en el ejército invasor, sin éste los presidentes no habrían durado; el proyecto norteamericano dependía de su ejército en suelo iraquí.
El problema de los gobiernos títeres es que, al carecer de una verdadera legitimidad, su poder sólo estaba en Bagdad, fuera de esta ciudad Irak fue repartido no sólo entre los ejércitos invasores sino también entre las tribus que volvieron a aparecer en escena.
Dentro de este caos político-social, es cuando surgió el llamado EI (Estado Islámico), con la aparición de este grupo radical las miradas volvieron a Medio Oriente; la guerra se volvió a las casas de los invasores.
Atentados terroristas en Francia, Bélgica, en la propia Unión Americana, etc. Pero ¿no podrías acusar de atentados terroristas a la invasión que hicieron estos países? El término de barbarie vuelve a sacudirse el polvo para volver al lenguaje político. Sufrimos por París, porque son civilizados; nos olvidamos de los iraquíes porque son bárbaros y están acostumbrados a sufrir el impacto de los atentados terroristas.
Los nuevos gobiernos de (ultra) derecha se han mostrado férreos en impedir el paso de inmigrantes de origen musulmán. Sus políticas son actos burlescos y hasta obscenos: aquellos que llevaron la guerra hoy temen que la guerra llegue como boomerang, por lo que nos muestran que estas personas son seres indómitos.
Pero ¿quién protege a Irak? O ¿acaso Irak no puede defenderse por sí misma? Esta nación ha quedado fragmentada e imposibilitada de toda autodefensa; la guerra ha hecho algo que en la época de Hussein no se había podido hacer, Irak quedó dominada por la dependencia del exterior.
Toda su estructura quedó cedida al mando militar estadounidense. Sus políticos son incompetentes; las facciones internas se disputan el control de vastas regiones que son de gran interés para ellas, cualquier otra región les importa poco.
Irak es un agujero negro por culpa de todos los intereses ajenos a la nación. Es triste y desconsolador ver cómo aquellas naciones que resquebrajaron un país, hoy les cierran sus puertas, no les reconocen su derecho a ser “refugiados”. Pero tampoco permiten que los iraquíes solucionen sus problemas, los imposibilitan, los destruyen y marginan; los prefieren ver en el infierno que no cesa…