“Nosotros no somos músicos,
somos protorrealistas”.
Con esta aseveración, la noche del 27 de febrero, en el programa Radio Panóptico transmitido en Radio UAQ, tres figuras luminosas irrumpían el silencio del Cerro de las Campanas en Santiago de Querétaro. Abrigados de lluvia y de truenos, pronunciaban la experiencia que se manifestaba en esos días:
El “Protorrealismo” en los actos poéticos de Huichilokosmik.
El próximo concierto de la banda auguraba terrenos fértiles para un viaje introspectivo con la influencia de instrumentos como el didjeridoo, arpa de boca, clarinete, batería, aerófonos, sintetizadores y batería como base, a la cual se agregan sonajas, violines, guitarras eléctricas, bajos, xilófonos, saxofones, melódicas y cualquier otro tipo de herramienta sonora disponible; todo esto conjugaría un “paréntesis en la realidad”: la ritualidad, la danza y los disfraces, el momento del éxtasis.
“La música que hacemos es de alguna manera rudimentaria, base de batería, instrumento percutido y el didgeridoo que uno de nosotros las hace y las llama “trompetas mayas”, estos instrumentos juntos hacen una amalgama que apela a las emociones y al corazón”.
En aquel concierto la música era el decir de un evento que urdía sus raíces en un corazón, el del Protorrealismo: el acto de la magia y los espejos, las sincronicidades entre la palabra y la experiencia; encuentros anticipados por una voluntad poética, pero sobre todo el de la reunión de los magos en una ciudad acrisolada de luces.
Huichilokosmik estaba en las calles, se contaba que en sus ensayos la lectura de los “beats” tomaba lugar, la poesía se materializaba, inmensamente femenina, sólidamente masculina: un ente andrógino cobraba formas al pálpito del azar. De evocaciones ancestrales, unificando lo rudimentario con sintetizadores creaban una fusión casi indescriptible: un viaje en medio de astros o en la nada de los espejos, con sonidos como bumeranes que hacían una elipse para regresar al punto del envío, cuajados de colores y de hojarascas en medio de las calles de la ciudad. Aquella transmutación sonora y material, casi etérea, hacía vibrar las fibras sensibles hasta reordenarlas, configurando un nuevo ser: el álter ego.
Huichilokosmik de este modo ha instaurado un género relativamente desconocido en Querétaro: la música experimental. Proyectándola en recintos como el foro del Museo de la Ciudad despertando el ensueño del espectador, en espacios abiertos como Jardín Guerrero y Plaza Fundadores donde los árboles mecen sus ramas y el público encuentra el decir del destino:
“La evocación a lo cósmico y lo ancestral nace de la necesidad de rendir una especie de culto, respetuoso, a esta parte del ser humano que es trascendental. Sin embargo, nos gusta ser juguetones, ambiguos y atrevidos con esta otra faceta que es la humanidad, la de ser niño. Somos una ambivalencia”.
Influencias musicales de la banda son This Will Destroy You, Do Make Say Think, Godspeed You! Black Emperor, Explosion in the Sky, Igorrr, Caspian, Soriah y al mismo tiempo Jorge Reyes la parte ceremonial y ritual que esta música evoca.
Para quien quiera tener la experiencia de verlos, el próximo mes de noviembre (la fecha está por confirmarse) darán nuevamente un concierto en el Museo de la Ciudad, ubicado a una cuadra de Jardín Guerrero. Los tonos sugestivos de esta horda de magos volverán a conjurar energías: nada mejor que despertar en el sueño profundo con Huichilokosmik para encontrar la alteridad en un espacio en apariencia cotidiano.
Fotografías: Archivo Huichilokosmik
Contacto:
https://www.facebook.com/huichilokosmik/