Todos están ubicados en nuevos sitios desde hace tiempo: desde que algún alguien decidió por ellos que ya era tiempo de abandonar sus respectivos contenedores en este plano y esta tierra y esta patria tan nuestra y tan curiosamente desigual, para ser exactos.
Quienes corrieron con suerte y lograron ser identificados alcanzaron un lugar en alguno de los cementerios de este México enfermo y agonizante de justicia; otros, un nicho de esos ocultos en paredes de hormigón o tabique horneado con el esfuerzo de centenares de manos quemadas, encostradas y hambrientas.
Algunos más están ocultos en cámaras generales o en fosas comunes ante la imposibilidad de mantenerles en buenas condiciones para que algún alguien identifique algo de lo que quedó o lo que dejaron sus verdugos a la vista.
Ellos son los que sí están, la estadística oculta, el discurso velado, la cifra pérdida entre pilas y pilas de hojas con temas que sí son importantes para algunas decenas de sujetos con capacidad infinita para decidir sobre la vida de varios millones que al parecer somos incapaces de hacer algo por mejorarlo, aunque aceptamos de buena gana y hasta celebramos la llegada, desde hace dos años, de un desfile surgido gracias a la filmación de una película norteamericana, con un agente británico persiguiendo a espías y criminales de quién sabe cuántas nacionalidades y provoca el beneplácito de esos, los que se la han pasado ofreciendo pan y circo a toda la gente olvidando cuál es su democrático cometido y la jodidez en que nos han sumido.
Ellos, los números ocultos de esa estadística, no disfrutaron el reciente paseo de los disfrazados y los carros alegóricos, ni escucharon al jefe de gobierno de la Ciudad de México ofrecer las buenas cuentas; tampoco pudieron leer a peña en la red social del pájaro azul que tanto disfruta usar: El Desfile de #DíadeMuertos fue un éxito por segundo año consecutivo. ¡Este es el México que honra a sus muertos y celebra la vida!, dijo en su cuenta de twitter y ellos, todas esas decenas de miles, se perdieron la oportunidad de compartir la alegría, el liderazgo, el inigualable punto de vista de uno de los estadistas más grandes y notables surgidos en nuestra hermosa tierra: ensangrentada, asaltada y olvidada, pero nuestra.
Lo cierto es que a estas alturas ni el sarcasmo ayuda.
Hay otros -nadie sabe a ciencia cierta cuántos- ocultos a lo largo y ancho de este país de políticos abusivos, holgazanes, nefastos, vividores, desidiosos, mediocres y mentirosos (entre otras varias decenas de calificativos), que aguardan desde hace semanas o meses o años a ser descubiertos para que algún alguien muestre un poco de la piedad ausente en quienes les asesinaron y los lleven –al menos- a eso que llaman tierra santa para poder “descansar en paz”.
Muchos tienen la confianza y la certeza de que un día todos esos innumerables dejarán de ser recuerdos y entonces sus familiares y amigos no recorrerán más caminos olvidados y territorios agrestes; incluso hasta soltarán la esperanza que les mantiene a flote y les obliga a evitar el llanto porque con las lágrimas se debilitan los músculos, se nubla la vista y se pierde el objetivo. Llorarán después, cuando haya oportunidad.
Hoy hay que continuar usando palas y picos, seguir los indicios que las autoridades desechan y hacer su trabajo porque está más que visto que ellos no pueden y alguien debe tener el valor y el coraje para seguir buscándoles y encontrarles.
Recuerdo. En nuestra real y verdadera tradición no hay disfraces ni anglicismos. Hay caminos de cempasúchil y altares con pan, agua, sal, pulque. Hay visitas a cementerios y flores y tierras bañadas de mezcal y recuerdos y charlas al costado de las tumbas con sus ocupantes.
Hay también veladoras encendidas, “papel picado” y lugares de México en que se camina a oscuras para sentir la compañía de quienes partieron y vuelven a decirnos algo y también a disfrutar de sus comidas y sus bebidas y sus cigarros. Son fechas de espíritus y almas para acompañar a todos los de la lista de espera y quizá uno o dos o tres regresemos con ellos la próxima vez porque así es este asunto de la vida y la muerte, aun cuando nadie en realidad puede explicar a ciencia cierta a qué se refiere cada una de esas condiciones… ¿o sí?