Con una asistencia total de 214,961 visitantes concluyó la muestra “Pequeños mundos” del pintor ruso Vasili Kandinsky en la sala principal del Palacio de Bellas Artes, en la capital del país.
Inaugurada desde octubre pasado, esta exposición transportó a los asistentes a través de toda la evolución creativa y los distintos periodos que vivió uno de los precursores del arte abstracto, cumpliendo así con su propio entendimiento del arte “cualquier creación artística es hija de su tiempo y, la mayoría de las veces, madre de nuestros propios sentimientos” (1911, De lo espiritual del arte).
Líneas, óleo, trazos, colores, geometría y sombras, invitan a abstraerse –del espacio real, a los asistentes; del cuadro, a cada elemento contenido en él– y adivinar los edificios, las nubes, los estados anímicos y la idea que cada pequeño mundo kandinskiano aporta en los escasos centímetros que delimitan su lienzo y en el imaginario que cada asistente le ha podido aportar.
Es gracias al trabajo de curaduría que los visitantes pudimos transportarnos desde un Kandinsky con los detalles que le aportaría la influencia del impresionismo francés, pasando por sus etapas citadinas, poesía figurativa, la punta seca, la xilografía, las litografías y para terminar en lo que es más conocido de su obra: el abstraccionismo geométrico.
Además, para aportar una experiencia completa, al final de la sala se ofrecía un pequeño concierto de piano que, durante toda la visita, le añadió melodía al movimiento que ya de por sí crean las pinturas.