En unas horas más, enrique peña dejará la presidencia de la República.
Este personaje, de acuerdo con datos y cifras de Consulta Mitofsky, tenía algo así como el 38.21 por ciento de aprobación entre la gente cuando inició la administración y hoy, seis laaaaaaaaaaaaaaargos años después, la historia es muy diferente para el todavía hijo predilecto del “inexistente” Grupo Atlacomulco: su majestad enfrenta un 74 por ciento de desaprobación, es decir, apenas 26 de cada 100 personas aprueban sus hechos.
¿Las razones? Pues mire, hay varias, aunque no creo que usted las desconozca, pero debo aclarar que, de cualquier forma, no me atrevería a asegurar que enrique peña nieto ha sido el peor presidente en la historia de México…
El primero es el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, el 26 de septiembre de 2014 luego de un ataque armado, sin que hasta la fecha se haya llegado a una conclusión medianamente creíble sobre lo sucedido, con todo y el fiambre que resultó ser la “verdad histórica” dada a conocer por el entonces procurador de la República, el hidalguense Jesús Murillo. A la fecha continúan como desaparecidos.
También está el escándalo de la Casa Blanca, una mansión supuestamente adquirida por su esposa en la discreta suma de 7 millones de dólares que, según ella, podía pagar gracias a su trabajo como actriz, una explicación que solo provocó mayor encono entre la mayoría de la gente, exceptuando a aquellas personas que en realidad creen que su capacidad histriónica va mucho más allá y está por encima de un montón de primeros actores y actrices así calificados por la empresa favorita de su esposo.
No hay que pasar por alto la terrible violencia que ha identificado este sexenio, su tristemente característico leitmotiv, como dirían los especialistas musicales o cinematográficos también. Son ya más de 125 mil asesinatos y más de 30 mil desaparecidos, y una sensación de inseguridad que permea a lo largo y ancho del territorio nacional en este sexenio y, si no lo cree, pues vayamos a las cifras oficiales: de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, solo en 2017, más de 25 millones de mexicanos fueron víctimas de algún delito.
Si hablamos en términos de economía, a la lista se agrega también el endeudamiento sin sentido e inexplicable, pues el mexiquense pidió prestados 5 billones de pesos que se suman al adeudo que históricamente ha arrastrado México para dejar un total de 11 billones de pesos, lo que significa que la siguiente administración tendrá que pagar poco más de 600 mil millones de pesos ¡solo de intereses! Para nadie es un secreto: nuestro peso ha enfrentado de todo en las últimas décadas y hoy por ello su valor es, por decir lo menos, ridículo, si no es que risible.
No se puede olvidar el traspié cometido con quien a la postre se convertiría en presidente de Estados Unidos, a quien trató como rey a pesar del desprecio evidente y manifiesto que el empresario norteamericano ha mostrado desde siempre hacia sus vecinos del sur, es decir, nosotros. Donald Trump es el peor enemigo de México y peña lo recibió en nuestra casa, sin consultarnos y pasando por alto todas las ofensas de que fuimos objeto por parte de los millones de dólares que rodean al papá de Ivanka.
La cereza del pastel, por supuesto, fue el incremento al costo de los hidrocarburos, especialmente gas LP, y gasolinas, una verdadera mentada de madre al bolsillo de los millones de mexicanos que de un día para otro tuvieron (tuvimos) que dejar de llenar el tanque y enfrentar una escalada de aumento en los precios de diversos bienes y servicios sin que el salario creciera a la par.
¿Podría continuar? Podría, sí, pero no hay espacio suficiente para hablar de tal cantidad de ignorancia, mediocridad, soberbia y valemadrismo. Lo cierto es que hay una variedad más o menos cordial de motivos para justificar el desprecio de muchos hacia peña y su gente, aunque los mencionados son, sin lugar a dudas, los que mayor estrago causaron a la Nación en su dignidad, bolsa y orgullo.
En fin, “nuestro peña”, se va con sus vestidos de seda y su script y dejará un enorme vacío en los estudios y los escenarios y las pantallas. Ya no habrá más sonrisas forzadas ni justificaciones tontas y las revistas y medios del espectáculo seguirán dedicándose a hablar de personajes encumbrados por la llamada “caja idiota”.
Lo cierto es que yo, como muchos, no voy a extrañar a peña, pero deseo –deseamos- tener noticias sobre él y sus incondicionales pronto… muy pronto.