La famosa medallista olímpica y senadora dio a conocer la brutal agresión física de la que fue víctima en la carretera Toluca-México, mientras se conducía en su motocicleta. Tal noticia generó repulsión al crimen pero también otras reacciones inesperadas, pocas horas después hordas virtuales popularizaron el hashtag #GolpearMujeresEsFelicidad.
Ante la mirada atónita de millones de mujeres en el mundo y de esfuerzos colectivos del género por parar tal movimiento, la etiqueta se convirtió en tendencia. Hombres en su mayoría promovieron de forma descarada violencia y crímenes contra las mujeres.
Twitter fue el escenario, las féminas las víctimas y la sororidad la heroína que no pudo detener al gran villano del machismo.
El apoyo al hashtag no fue de la totalidad de usuarios en las redes sociales, de hecho se desataron también fuertes críticas para con los creadores del movimiento; sin embargo sí fueron los suficientes como para poner en autos a la sociedad y desenmascarar un masculinismo latente, ignorancia y un nivel generalizado de violencia hasta ahora impune.
La sociedad apedrea aún, ahora con crímenes virtuales, a toda aquella mujer que se salga del estereotipo aceptado. Lesbianas, bisexuales, librepensadoras, mujeres con la capacidad suficiente como para viajar solas en una motocicleta y no detrás abrazadas a un tipo, solteras que no quieren pareja, mujeres fuertes: toda aquella que se salga del molde es ajusticiada por la mano abusiva de la sociedad tras el ciberespacio y es violentada. ¿Qué diferencia hay de las lapidaciones que narra la Biblia a las palizas reales y virtuales de ahora? La barbarie reina y parecemos no evolucionar.
Según la Sociedad Mexicana Pro Derechos de la Mujer, México es cuna de 7 feminicidios al día y cada 4.6 segundos se viola a una mujer. Sin embargo no es un problema de país o latinoamericano únicamente, las estadísticas indican que es la humanidad la que debe volcarse a la atención de este fenómeno; el mundo entero es cuna del máximo crimen contra la mujer.
La situación se empeora con la cultura machista arraigada, la pobreza, el patriarcado, la violencia, las religiones mismas, pero disminuir y violentar a una mujer debe dejar de ser tradición de la masculinidad y es tarea de todos. Debemos comenzar a visibilizar esa violencia como lo que es, un delito contra la humanidad entera.
Múltiples son los casos de mujeres famosas, los que ocurren en el seno de las familias y rodeados de secreto, no son aislados, son millones y no se trata de curarlos con empoderar a las mujeres solamente, son precisos el castigo justo, la educación y la apuesta por la sororidad.
La mujer no es un objeto, una pertenencia, un ser sin valor, no es ni una costilla ni un vaso frágil ni cola; la mujer es un habitante más del planeta, la mitad o más de la población, un ser que da vida, una igual. Los crímenes no deben dejar de ser cometidos porque las mujeres son hermanas, hijas, madres, etc., deben parar por el simple hecho de dañar a la mujer, sin más, porque ser mujer es razón de sobra para ser respetada.
La violencia contra la mujer no debe ser normal y debe parar.